Parafraseando a San Agustín:
«Con vosotros alumnos, para vosotros profesor.»
LA PREGUNTA POR QUÉ
La pregunta siempre al iniciar cualquier cosa nueva es: ¿Por qué? Esta partícula, que en apariencia no es más que una pregunta, es uno de los indicativos por lo que se puede decir que el ser humano es, entre todo lo creado, un ser querido por sí mismo y que se sitúa por encima del resto de las cosas. Aunque éste ser original comparta su condición finita y limitada, incluso se vea sometido al resto de elementos de manera constante, es capaz de salir de la realidad, de no dejarse atrapar por ella y de lanzarle continuos ataques para dominarla. Su arma fundamental es “la pregunta”. Un filósofo judío, conocedor de los desastres de los campos de concentración en primera persona, decía acertada y bellamente que “la pregunta tiene más fuerza que la respuesta”. La pregunta es aquello que abre las posibilidades ilimitadas de la respuesta, y que marcará el constante diálogo de las personas entre sí, de la persona y las personas con la realidad que le circunda y “concomita”, y de las personas con sus propios trascendentales: su tiempo, su espacio, su historicidad y mundanidad, su dependencia del Uno, Bueno y Bello metafísico.
Retomemos sin embargo la pregunta inicial: ¿por qué? Es la pregunta llamada de la “causalidad”. Desde ella accedemos a “lo que empuja el mundo y la persona”. No decimos con ello que sea lo que “determina” a la persona, porque sería contradecir aquello que es predicado principal del ser humano y de la antropología común (a excepción de algunas cosmovisiones psicológicas).
POR QUÉ LA ESCUELA
¿Por qué venir a la escuela? ¿Por qué se llama “escuela”?Escuela viene de nombre latino Schola, que sin duda dice lo mismo que el griego Scholê, aunque ya condicionado por la “estructura” y el derecho romano, tendente siempre a “establecer” claridad en espacios políticos o privados, y controlar la voz de las plazas. Sin embargo la primera palabra conserva en su haber un encanto especial, que hoy nos parecerá contradictorio. Digo esto porque el griego lo que remarca es la tranquilidad, el ocio, el descanso, algo que se hace “siendo poseedor de su propio tiempo”. En definitiva es, con una traducción actual, “ser libre de todo condicionamiento para dedicarse a lo que más tiempo necesita y poder así saborearlo”. Ahora se comprende, sin mucha explicación, por qué digo que es una cosa contradictoria.
POR QUÉ ESTUDIAR CULTURA CLÁSICA
Por otro lado, ¿de dónde provienen las palabras “cultura” y “clásica”? A lo mejor las palabras nos enseñan qué debemos hacer en esta clase, durante un curso entero “de palabra y más palabra”. La primera palabra es de cultivar. La segunda proviene de classicus, que es “máximo esplendor”, “genial o brillante”.
Hablar de cultivar es referirse a una actividad que requiere cuidado, tiempo y esfuerzo, y que permite disfrutar de “ver crecer” y “recoger” algo con lo que alimentarse. La cultura es por tanto, no una cosa fija, sino referencia a un verbo, a una acción, a una acción sólo humana. No existe cultura en otros ámbitos que no son humanos, de modo que decir que “no hay cultura” es lo mismo que decir que “no hay humanidad”.
Decir “cultura clásica” es decir que ha brillado en esa época la humanidad, “lo humano”, de una manera particularmente importante. Es de hecho el origen de la sociedad en la que hemos nacido y vivido, y por tanto el origen de las ideas, que de una u otra manera, utilizamos.
¿Por qué estudiar entonces esto? Porque estudiando esto nos estudiamos a nosotros mismos. Aquí tiene cabida por tanto el famoso oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo”, que movió toda la vida de Sócrates. Y también una frase que decía el mejor profesor que he tenido: “Aquí hablamos de ti mismo, por eso pasa y escucha, que te interesa. Y cuando no digamos algo que sea verdad, dínoslo.”
¿Cómo estudiar esto? ¿Puedo ser estudiado yo, o estudiarme a mí mismo, a través de una asignatura como ésta? ¡Claro que sí! Continuamente aparecen en los periódicos análisis actuales que tienen como referencia la cultura clásica, los mitos griegos, su sabiduría de la historia (Historia est magistra vitae): sobre democracia, sobre la cuestión del trabajo, aprender de los relatos de la antigüedad la problemática de las guerras, comparaciones con lo cristiano, la importancia de la vida y del ser humano.
Y lo estudiamos de este modo: invitándonos a escuchar y mirar el legado que nos dejaron. ¡Roma y Grecia! ¡Tan cerca y tan lejos de nosotros!
CÓMO ESTUDIAR CULTURA CLÁSICA
Esta pregunta es ya diferente. Muchas veces nos pasamos la vida preguntándonos por las causas de las cosas, sin afrontar el presente. Ahora sí. Nos situamos en lo que tenemos delante, en lo que vamos a hacer y estamos haciendo. Ahora toca dar “un paso adelante” y así adentrarnos en la materia.
¿Cómo hacerlo si estamos decididos a ello? Lo primero a tener en cuenta es que nunca nos acercaremos totalmente a la historia real, a lo que realmente ocurrió, igual que no podemos hacerlo ni siquiera hoy. La historia, las épocas, las personas y sus legados, los “interpretamos”. Y lo hacemos siempre desde el lugar que ocupamos en la historia y desde lo que somos. Así, no dice lo mismo de la inmigración un inmigrante que un nativo, como no dice lo mismo de la guerra de Irak un irakí que la sufre, un estadounidense que está allí o un europeo que lo contempla desde su casa. El punto de referencia que adoptemos es fundamental: ¿cuál es nuestro punto de referencia y cuál es el punto de referencia de cada uno? ¡Entusiasmo! ¡Algo conozco! ¡Me da igual! ¡Me obligan! ¡Es lo mejor! Todo esto, que parece que no y de lo que nadie habla, es de capital relevancia. De algún modo o de otro, acabará por condicionar la temida nota.
Hay un “desde dónde” actual que se llama CulturKampf (lucha de la cultura), ya que se reconoce el valor predominante y de poder que ésta ofrece. Sin duda alguna, a lo largo de la historia, ha sido una herramienta productiva para someter pueblos, apaciguar revueltas o provocarlas. Bien dice Ortega y Gasset, que una sociedad de masas es fácilmente manipulable. Ésta no es sin embargo nuestra postura; y la diferencia es radical. La verdadera cultura no ofrece lucha frente a otros, sino que lucha por la verdad, cuyo principal enemigo es la mentira “creída” o dicha.
Nuestro punto de partida es más socrático, propio del verdadero sabio, que aúna la prudencia y la justicia. Es más bien, el “sólo sé que no se nada” que continuamente obliga al diálogo, a la escucha, a la búsqueda. Por eso decía reconocía el mismo Sócrates ante su tribunal que “una vida sin examen no merece ser vivida”.
Pues bien. Dicho esto, lo que queda por hablar es que no siempre podemos acercarnos a la cultura apasionante de Grecia y Roma como quisiéramos. Hoy sólo tenemos acceso a ellas de modo indirecto, por medio de sus obras: literarias, arquitectónicas, escultóricas, pictóricas, arqueológicas… Cada una de ellas nos contará: cómo vivían, qué pensaban, cómo se organizaban, qué comían, cómo hacían fiestas, cómo explicaban las cosas. Y así podremos sacar conclusiones del mejor modo posible.
Pero vamos a explicar algo más. Los libros de texto suelen hacer diferencias para facilitar el acceso. Una gran diferencia es entre la lengua (griego o latín) y el resto de las cosas. Y dentro de ese “resto” está lo más importante para nosotros: su literatura, su pensamiento, su arte y su mundo.
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