Dialogando con Epicteto


Grandes hombres han sembrado nuestra historia de testimonios de vida sublimes, y de reflexiones muy interesantes. El otro día tuve que reencontrarme con uno de ellos (ahora más sereno que cuando lo leí siendo alumno de Filosofía, y con algo más de sabiduría), a propósito de un comentario de texto que pedí a mis alumnos de Bachillerato. Se llama Epicteto, griego de nacimiento (aunque hoy lo llamaríamos turco), fue llevado como esclavo a Roma para el servicio del emperador durante el primer siglo de nuestra era, y terminó sus días exiliado en Grecia por alcanzar demasiado prestigio. En su destierro, continuó con su labor educativa, formando ciudadanos y personas en su escuela estoica. Trabajo sobre Física (arte de conocer el mundo), Lógica (arte del buen discurso y del razonamiento) y Ética (arte de saber alcanzar el bien). Como Sócrates, su referencia filosófica principal, no escribió nada. Tarea que emprendió su alumno Arriano, gracias al cual conservamos su Manual, el “libro de texto” que servía de base a su enseñanza.

Hechas las presentaciones, me sorprendió mucho la lectura y actualidad del Manual. Al principio consideré mucho su actualidad, y contraculturalidad. Pero es algo general. El estoicismo no forma parte de nuestra base. Somos más de Epicuro o Diógenes. Marco Antonio, Séneca o Epicteto nos cogen a desmano. Sin embargo, si lo cotegásemos con muchos de los tweets de ayuda  y de coaching que se cruzan permanentemente la red, nos llevaríamos grandes sustos al ver cuán lejos están del placer y del cinismo, y lo próximos que son al fondo de la stoa. Las propuestas sabias de la red sobre la buena vida, sobre la felicidad, sobre el éxito, sobre el dominio de sí mismo, sobre el verdadero disfrute de la vida, sobre las batallas que podemos y las que no podemos librar, se parecen mucho a este pensador antiguo. Hay tres palabras que debemos aprender para leer filosofía antigua, en relación a la ética, y que no son ajenas en absoluto al cristianismo y a las religiones orientales: (1) ataraxia (2) apatía y (3) eupatía. No me toca a mí explicarlo ahora, pero su etimología es nítida.

Pongo algún ejemplo, para hacer más notoria la semejanza:

  1. El primer capítulo del Manual se dedica a la distinción entre lo que depende de nosotros y lo que no depende de nosotros. Aconsejándonos vivamente que “nos metamos en nuestros asuntos” y prescindamos de heroicidades en la que no podemos llevar el control.
  2. La armonía con la naturaleza se ejerce en lo cotidiano. Cita referencias de lo más comunes hoy, no tanto entonces, como darse un baño, o en las tareas personales. Y añade que no se trata tanto de qué estás haciendo sino de cómo lo estás haciendo.
  3. La diferencia entre la felicidad y la infelicidad no está en lo que sucede y acontece fuera de nosotros y al margen de nuestras posibilidades, sino de nuestro pensamiento sobre la realidad. Es decir, todo lo que sucede, en principio, no tiene capacidad para hacernos daño o felices si no se lo permitimos. El pensamiento es la clave que inclina la balanza, nos defiende o permite la entrada en nuestra vida de la realidad “extramuros” de nosotros mismos. Epicteto pide cautela, como no puede ser de otro modo, respecto a las ideas y los prejuicios, y solicita el ejercicio prudente y cultivado de las buenas ideas. Sin ellos, sigue insistiendo, todo estará perdido. Y sin su recta determinación, nada se podrá hacer. “No podemos elegir las circunstancias externas, pero siempre podremos elegir cómo reaccionar ante ellas”.
  4. Nada se gana con culpar. Los “más” y “más comunes” (el vulgo) con frecuencia se entrega a hablar y condenar a otros por todo cuanto sucede. Los “menos”, en un escalón más próximo a la sabiduría, se culpan a sí mismos. Tanto a unos como a otros habrá que recordarles que el camino elegido no termina en ningún buen puerto, como calle cortada. Es una necedad. La sabiduría se aleja de ser barridos por reacciones emocionales debastadoras.
  5. Las cosas son las que son, los demás que piensen y hablen lo que quieran. O dicho de otro modo, asume un realismo puro y duro, craso y contundente, alejándote de imaginaciones y alienaciones. Y por otro, no confundas la realidad con aquello que la gente habla, y no siembres confusión en tu interior por las necias e ignorantes interpretaciones de la realidad.
  6. El mérito personal no depende de ninguna fuente externa. Luego sólo queda como posible origen, la fuente interna, la interioridad, la personalidad y aquello que nosotros somos capaces de crear. Confía, por lo tanto, en la persona de modo increíble, pues en ella está “toda la verdad”, al modo platónico, y toda la realidad que podrá desplegar, al modo hegeliano. Se desprende de aquí la búsqueda interior, la necesidad del conocimiento interno y personal, y el auto-éxito. ¿Cuadraría con la perspectiva actual del emprendedor moderno? “Te ha sido encomendada una labor, ponte manos a la obra.”
  7. La claridad sobre los auténticos propósitos. Sin vagar errabundos en cuestiones secundarias, vapuleados por el placer, el ocio y la diversión. Hay cuestiones primeras y otras que pueden esperar, a pesar de su aparente bondad, porque distraen y apartan de lo fundamental y la clave de la propia vida. “Si el barco se detiene en un puerto y echa el ancla, puedes bajar. Pero permanece atento a la llamada del capitán.”
  8. El poder de la voluntad. Entendida como la capacidad para tomar decisiones por uno mismo, de dirigir la existencia y dar entidad al futuro sin escribir. Voluntad que enlaza con la libertad, no intacta en su pensamiento pero sí suficiente, y en la que cada hombre debe confiar plenamente y de forma real. Una voluntad que nunca debe verse afectada, salvo que el hombre sea descuidado y permita su propia esclavitud interior.
  9. Y, por cerrar en algún momento esta reflexión, utiliza plenamente lo que te sucede. Expresión literal tomada de su Manual, que vuelve a despertarnos la inteligencia frente a un mundo indiferente. Todo eso “exterior a nosotros mismos” está esperando ser utilizado. Y puede ser, de hecho, utilizado para bien. No controlado, en tanto que es algo que nos sucede, que no nos debemos a nosotros mismos, que no hemos labrado con el sudor de nuestra frente. Está ahí, y espera integrarse, como pugnando con nuestros muros, en nuestra realidad. ¿Al servicio de lo primero o de lo secundario? ¿Para darnos paz o dejarnos intranquilos? Esto depende de quien abre las puertas, y de su voluntad de dominio y control.

Estas son algunas de las palabras que aparecen en el texto citado, el Manual o Enquiridium. No he ofrecido un comentario total y absoluto. Ofrezo el de José Antonio Bielsa, como otra posibilidad muy aceptable. Sin duda, ofrecen un mundo muy similar al que seguimos buscando de una u otra manera a través de las ciencias humanas modernas. ¿Será que hemos dejado de ser originales?

Pero no busco una exposición, como clase teórica, sino un verdadero diálogo. Para lo cual, algunas preguntas, que a mí personalmente, me quedan pendientes después de leer y pensar lo que está escrito:

  1. ¿Realmente nada exterior depende de nosotros mismos hasta el punto de vernos a nosotros mismos, y nuestro mundo, reducidos a las paredes del cuerpo y a la fuerza de la voluntad? ¿Todo cuanto esperamos de “lo de fuera” es hacer uso, utilizar y servirnos para el propio bien?
  2. ¿Quién ordena “lo primero” frente a “lo secundario” de la vida? ¿Existe alguna referencia objetiva, alguna llamada principal y particular que pueda realizar ese ordenamiento interior en función de la verdad y del bien? ¿Y puede ser alterado con bondad, pasando a ser aquello que es considerado secundario como lo primero?
  3. ¿No subyace detrás de tanta neutralidad del mundo exterior un fuerte pesimismo y desconfianza en el mundo, las cosas y las personas? ¿Esto es una experiencia personal por la esclavitud y la vida cercana al emperador, con sus injurias y despropósitos, y los olvidos del mundo más allá de sus narices? ¿O es extrapolable? Habiendo contextos que estén verdaderamente tan deshumanizados, que los hay, ¿debemos quedarnos impasibles e insensibles?
  4. ¿Toda la propuesta ética para alcanzar la felicidad está ciertamente en la “imperturbabilidad” y la “insensibilidad“? El camino que describe, excesivamente negativo, contempla la potencia y la realidad conforme a la verdad que podemos alcanzar, conforme al bien que la fundamenta, conforme a la bondad de las leyes del universo y las posibilidades del hombre.
  5. ¿Es la realidad “que es” tan descriptible e impasible como pide que sea, y como no pocas veces nos gustaría, o depende sobremanera de nuestras interpretaciones y de nuestro lenguaje y preguntas? ¿En esa realidad que se construye interiormente, como “lo que es”, qué lugar ocupa el lenguaje debido a otros, y que por lo tanto deberíamos agradecer?
  6. ¿La ética puede vivirse “sin sentido” en los tiempos que corren, afincada y afirmada exclusivamente en el deber, en la ley y en la autonomía?
  7. Algo que tampoco comprendo del todo, junto con tanta fuerza de voluntad, esfuerzo y sacrificio, es la incapacidad para transformar el mundo y la realidad, y tanto quedarse anclados en “la libertad interior” e intimista, a la larga. Siendo tanta la huella que podemos dejar en el mundo, ¿por qué no poner, en parte, la felicidad en esa transformación del mundo?

Seguirá el diálogo. Personalmente, muy interesante. Y espero que otros se sumen a la lectura de este clásico, y sepan mantener una actitud digna del buen esclavo con quien hoy hemos pasado un rato “entre palabras”. Ahora toca la acción.

(Tomado del blog Preguntarse y Buscar)

Aristóteles y la amistad


Quizá no todos sepan que la amistad es uno de los temas más recurrentes en la literatura clásica. Lo encontramos en el teatro, en comedias y tragedias por igual y en sus más amplias vertientes, lo disfrutamos como parte de las relaciones entre los grandes héroes épicos excentes en sus apuestas y en sus agitaciones. Cómo no puede vivir en la lírica, acompasado de esas palabras incomprensibles que se entrelazan desde el corazón. Sorprende también en los grandes discursos, en la primigenia narrativa de la oratoria que conservamos, y se hace presente en todas las discusiones filosóficas sobre el ser, sobre el mundo y, progresivamente, sobre la sociedad y la persona.

Pero quizá no todos saben que la Ética a Nicómaco guarda, como una joya, dos libros enteros a semejante acierto de la sociedad y del corazón humano. La necesidad, como se cuenta, de alguien fuera de la sangre y de los lazos circunstanciales con quien se comparte más allá de lo accidental, entrando poco a poco en la sustancia de la vida e incluso compartiéndola exageradamente.

Recomendación para una tarde de verano: Leer al menos, de tan gran obra, los dos libros recomendados.

Agradecería, si alguno se atreve, poder ir comentado en este post, poco a poco, este librito. Quizá por párrafos, accesibles en distintas páginas de internet, o quizá por frases.

Segóbriga


Un saludo a todos.

Hoy hemos tenido el encuentro con Segóbriga. Como todos los años, desde hace 25 precisamente, se organiza un encuentro internacional de teatro grecolatino en ese enclave. Para quienes no conozcáis bien el lugar, os invito a buscarlo.

Es sin duda especial. España debe considerarse afortunada por tener lugares como estos, donde la propia historia se hace realidad visible, con el esfuerzo de arqueólogos. Aquí podemos divisar una imagen donde encontramos tanto un pequeño anfiteatro, como el teatro, el foro y las termas.

En el TEATRO, a pie de escena, hemos disfrutado la obra de Antígona, en la que Sófocles plasma de manera trágica la vida de una mujer dispuesta a saltarse las normas que imprimen los hombres en la sociedad para atender, con hilo directo y mucha valentía, la voluntad de los dioses y las leyes de la propia sangre. Una lectura que, vista desde la democracia, debería hacer pensar a pueblos y personas.

Posteriormente también hemos recordado, de alguna manera y con bastantes actualizaciones, la obra de Eurípides que narra el encuentro con el Cíclope. El famoso «nadie», la defensa de los compañeros, la inteligencia puesta al servicio del bien común. Un drama satírico representado con alegría por muchachos a los que no se les olvidará esta experiencia y acercamiento a las raíces del mundo griego. De la obra destaca el carácter de Ulises, el descubridor de su propia identidad, de su propia heroicidad.

Un saludo a todos, sin más.

Epicuro. Carta a Meneceo (fragmento, sobre el deseo)


Ni el joven postergue el filosofar ni el anciano se aburra de hacerlo, pues para nadie está fuera de lugar, ni por muy joven ni por muy anciano, el buscar la tranquilidad del alma. Y quien dice: o que no ha llegado el tiempo de filosofar o que ya se ha pasado, es semejante a quien dice que no ha llegado el tiempo de buscar la felicidad o que ya ha pasado. […] Busca pues, y practica las cosas que te he aconsejado teniendo por cierto que los principios para vivir en forma honesta son éstos: primero, creer que Dios es un ser viviente, inmortal y bienaventurado, sin darle ningún otro atributo. Existen pues, dioses y su conocimiento es evidente pero no son como los juzga la plebe que de ellos no tiene sino juicios falsos. Por ello es más impío el que cree en los dioses del vulgo que el que los niega. […]

Se ha de tener en cuenta en tercer lugar, que el futuro ni depende enteramente de nosotros ni tampoco nos es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir infaliblemente ni tampoco desesperamos como si no hubiera de venir nunca. Hemos de recordar que de nuestros deseos, unos son naturales y otros son vanos. De los naturales, unos son necesarios y otros naturales solamente. De los necesarios algunos lo son para la felicidad, otros para la tranquilidad del cuerpo y otros para la vida misma. Entre todos ellos, es la reflexión acerca de las consecuencias posibles de nuestros actos la que hace que conozcamos sin error lo que debemos elegir y lo que debemos evitar para la salud del cuerpo y la tranquilidad del alma, pues el fin no es otro que vivir felizmente. Por la felicidad hacemos todo, a fin de que nada pueda dolernos ni perturbarnos […] y no hay otra cosa, excepto ella, que complete el bien del alma y el cuerpo.

En cuarto lugar necesitamos el placer cuando nos es doloroso no tenerlo pero cuando no nos resulta dolorosa su ausencia ya no lo necesitamos. Por eso decimos que el placer es el principio y el fin del vivir felizmente: éste es el bien primero y principal: de él provienen toda elección y rechazo y consideramos bienes, por regla general, a los que no producen perturbaciones. También por ser el placer el bien primero y principal no elegimos todos los goces, antes bien, dejamos de lado muchos cuando de ellos se han de seguir dolores y llegamos a preferir ciertos dolores cuando de ellos se ha de seguir un placer mayor. Todo deleite es un bien en la medida en que tiene por compañera a la naturaleza, pero no se ha de elegir cualquier goce. También todo dolor es un mal pero no siempre se ha de huir de todos los dolores. Debemos pues, discernir tales cosas, y juzgarlas con respecto a su conveniencia o inconveniencia. […]

Tenemos por un gran bien el contentarnos con lo suficiente, no porque siempre debamos tener poco sino para vivir con poco cuando no tenemos mucho, estimando por muy cierto que disfrutan equilibradamente de la abundancia y la magnificencia los que menos la necesitan y que todo lo que es natural es fácil de conseguir mientras que lo vano es muy difícil de obtener. […] No son las relaciones sexuales ni el sabor de los manjares de una mesa magnífica los que producen una vida feliz sino un sobrio raciocinio que indaga perfectamente las causas de la elección y rechazo de las cosas, y elimina las opiniones que puedan acarrear perturbaciones. […] Nadie puede vivir felizmente sin ser prudente, honesto y justo; y por el contrario, siendo prudente, honesto y justo, no podrá dejar de vivir felizmente pues la felicidad es inseparable de las virtudes. Porque, ¿quién crees que pueda superar a aquel que opina santamente acerca de los dioses, no teme a la muerte y reflexiona adecuadamente acerca del fin de la naturaleza, que se propone como bienes cosas fáciles de obtener y que considera a los males de poca duración y molestia, que niega el destino, al que muchos conciben como dueño absoluto de todo, y sólo acepta que tenemos algunas cosas por la fortuna mientras que las otras provienen de nosotros mismos? […] Estas cosas deberás meditar continuamente, con lo cual nunca padecerás perturbación alguna, sino que vivirás como un dios entre los hombres.    

Platón. Mito de la caverna


El libro VII de la República de Platón comienza con el conocido mito de la Caverna. Aquí tienes el texto, para desarrollar tu imaginación y pensar en la diferencia entre dos grandes mundos: el de las sombras y el de las ideas. ¿Cuál escoges? 

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Y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.

Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.

– Ya lo veo-dijo

.– Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.

– ¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!

– Iguales que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?

– ¿Cómo–dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?

– ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?

– ¿Qué otra cosa van a ver?

– Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?

– Forzosamente.

– ¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?

– No, ¡por Zeus!- dijo.

– Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.

– Es enteramente forzoso-dijo.

– Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?

– Mucho más-dijo.

-Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra .?

– Así es -dijo.

– Y si se lo llevaran de allí a la fuerza–dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?

– No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.

– Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.

– ¿Cómo no?

– Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que. él estaría en condiciones de mirar y contemplar.

– Necesariamente -dijo.

– Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.

– Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.

– ¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?

– Efectivamente.

– Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente «trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio» o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?

– Eso es lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.

– Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?

– Ciertamente -dijo.– Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?.

– Claro que sí -dijo.

-Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del. sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la. región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.

– También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo.

Parménides y lo que realmente es


Tres notas simples. Nada más. Mejor leer el poema directamente.

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Filosofía en relación con Heráclito. En la investigación de lo que realmente es identificó los caminos por los que no se avanza ni se llega a él: el ser derivado y el ser relativo. El ser derivado es aquel que recibe el ser como por dependencia, pero nunca por sí mismo; de tal manera que, siendo cambiante, no es realmente ser. Y el ser relativo es aquel que se funda en la relación, pero no por sí mismo. Por ejemplo, ser derivado es recibir en función de aquello que nos antecede (tradición, por ejemplo, en lugar de la idea adquirida por uno mismo). Por ejemplo, ser relativo es ser en función de ser hijo, ser alumno, ser profesor o ser padre, puesto que todos ellos “dependen” de un ser relativo. El ser, es; el no ser, no es. Todo tiene “ser” y ese ser “es”. Este es el principio de identidad. De donde se deduce que Uno y Todo es lo Ente, lo Único, lo Continuo. (1) Que el ser es único. No puede haber dos seres; no puede haber más que un único ser en virtud del cual las realidades son. Pero sólo hay un ser, porque de lo contrario entre ambos existiría no ser, y no se puede afirmar que el “no ser” sea. (espacio) (2) Es eterno. De lo contrario tendría principio y fin. El ser no puede proceder del no-ser. (tiempo) (3) Inmutable. No puede cambiar, porque todo cambio es paso por el no ser. Todo lo que ha cambiado a dejado de ser lo que era. (4) Infinito. No está en ninguna parte que pudiese ser contenida en algo mayor que él. (5) Inmóvil. Porque moverse es dejar de ser en un sitio para ser en otro. Pero la realidad se mueve en otros parámetros, aquella al menos que muestran los sentidos. Las cosas son movimientos. Su conclusión: todo es apariencia, ilusión perceptiva mostrada por los sentidos. Luego hay un mundo sensible y otro inteligible. El sensible es por tanto ininteligible en pura lógica; pero lo real es inteligible, y sin embargo no tenemos ninguna idea de él, ninguna imaginación, ninguna comprensión. El principio de identidad se opone al de contradicción, igual que el mundo sensible contraría al inteligible. Y como ser y pensar poseen las mismas cualidades consiente un paso más en el que el ser y el pensar son idénticos. “Una y la misma cosa es ser y pensar”. Es con el discurso como se terminan abriendo las puertas del reino de la divina verdad, pero es la diosa de la Noche. Importancia del verbo aparecer, mostrarse de la verdad. Ésta no se encuentra, no se alcanza, no se aprende, sino que desvela y vela al mismo tiempo en un continuo diálogo con el hombre.