Epicuro. Carta a Meneceo (fragmento, sobre el deseo)


Ni el joven postergue el filosofar ni el anciano se aburra de hacerlo, pues para nadie está fuera de lugar, ni por muy joven ni por muy anciano, el buscar la tranquilidad del alma. Y quien dice: o que no ha llegado el tiempo de filosofar o que ya se ha pasado, es semejante a quien dice que no ha llegado el tiempo de buscar la felicidad o que ya ha pasado. […] Busca pues, y practica las cosas que te he aconsejado teniendo por cierto que los principios para vivir en forma honesta son éstos: primero, creer que Dios es un ser viviente, inmortal y bienaventurado, sin darle ningún otro atributo. Existen pues, dioses y su conocimiento es evidente pero no son como los juzga la plebe que de ellos no tiene sino juicios falsos. Por ello es más impío el que cree en los dioses del vulgo que el que los niega. […]

Se ha de tener en cuenta en tercer lugar, que el futuro ni depende enteramente de nosotros ni tampoco nos es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir infaliblemente ni tampoco desesperamos como si no hubiera de venir nunca. Hemos de recordar que de nuestros deseos, unos son naturales y otros son vanos. De los naturales, unos son necesarios y otros naturales solamente. De los necesarios algunos lo son para la felicidad, otros para la tranquilidad del cuerpo y otros para la vida misma. Entre todos ellos, es la reflexión acerca de las consecuencias posibles de nuestros actos la que hace que conozcamos sin error lo que debemos elegir y lo que debemos evitar para la salud del cuerpo y la tranquilidad del alma, pues el fin no es otro que vivir felizmente. Por la felicidad hacemos todo, a fin de que nada pueda dolernos ni perturbarnos […] y no hay otra cosa, excepto ella, que complete el bien del alma y el cuerpo.

En cuarto lugar necesitamos el placer cuando nos es doloroso no tenerlo pero cuando no nos resulta dolorosa su ausencia ya no lo necesitamos. Por eso decimos que el placer es el principio y el fin del vivir felizmente: éste es el bien primero y principal: de él provienen toda elección y rechazo y consideramos bienes, por regla general, a los que no producen perturbaciones. También por ser el placer el bien primero y principal no elegimos todos los goces, antes bien, dejamos de lado muchos cuando de ellos se han de seguir dolores y llegamos a preferir ciertos dolores cuando de ellos se ha de seguir un placer mayor. Todo deleite es un bien en la medida en que tiene por compañera a la naturaleza, pero no se ha de elegir cualquier goce. También todo dolor es un mal pero no siempre se ha de huir de todos los dolores. Debemos pues, discernir tales cosas, y juzgarlas con respecto a su conveniencia o inconveniencia. […]

Tenemos por un gran bien el contentarnos con lo suficiente, no porque siempre debamos tener poco sino para vivir con poco cuando no tenemos mucho, estimando por muy cierto que disfrutan equilibradamente de la abundancia y la magnificencia los que menos la necesitan y que todo lo que es natural es fácil de conseguir mientras que lo vano es muy difícil de obtener. […] No son las relaciones sexuales ni el sabor de los manjares de una mesa magnífica los que producen una vida feliz sino un sobrio raciocinio que indaga perfectamente las causas de la elección y rechazo de las cosas, y elimina las opiniones que puedan acarrear perturbaciones. […] Nadie puede vivir felizmente sin ser prudente, honesto y justo; y por el contrario, siendo prudente, honesto y justo, no podrá dejar de vivir felizmente pues la felicidad es inseparable de las virtudes. Porque, ¿quién crees que pueda superar a aquel que opina santamente acerca de los dioses, no teme a la muerte y reflexiona adecuadamente acerca del fin de la naturaleza, que se propone como bienes cosas fáciles de obtener y que considera a los males de poca duración y molestia, que niega el destino, al que muchos conciben como dueño absoluto de todo, y sólo acepta que tenemos algunas cosas por la fortuna mientras que las otras provienen de nosotros mismos? […] Estas cosas deberás meditar continuamente, con lo cual nunca padecerás perturbación alguna, sino que vivirás como un dios entre los hombres.    

Marco Aurelio y su blog


Quizá no todos conozcan que me refiero a Marco Aurelio, emperado romano que vivió sesenta años ocupando la centralidad del siglo segundo después de Cristo (huelga recordar que dos siglos antes de este inmenso personaje, no existían emperadores en Roma), y que el blog al que me refiero le acompañó durante toda su vida prácticamente, en forma de notas y apartados diversos en los que iba reflexionando, y sólo fue publicado de forma completa al final de sus días bajo el título de “Meditaciones”.

Entiendo que esto es lo que en el fondo se hace en internet, con una facilidad espasmosa. Confieso también mi estupor al certificar que se han abandonado los diarios personales, los cuadernos de reflexión, y que lo más íntimo aparece públicamente sin merecimientos. Pensar es un acto privado, reflexionar es sólo una cuestión personal e intrasferible, además. Publicar es convertir en público, traspasar los umbrales de la casa, de la cabeza y el corazón, y permitir que deambulen por vías transitadas por otros quizá más fuertes, quizá más sólidos, quizá menores y débiles. Al fin y al cabo es traslocar la posición de algo cambiándolo de su lugar natural, de su lugar genético y del lugar en el que nacen. Y esto que a nosotros nos parecería arriesgado (que nos trasloquen llevándonos a cualquier rincón de África o Asia, o trasloquen nuestras cosas personales mientras dormimos, o, peor aún, que trasloquen nuestra propia organización mental, nuestros recuerdos internos y la memoria) si lo hiciésemos con nuestras cosas, lo vemos continuamente en internet con pensamientos, con ideas, con sentimientos y con experiencias escaparateadas sin resquemores. Si fuera con nosotros, nos importaría, y no nos damos cuenta que pensamientos, ideas, sentimientos y experiencias nos constituyen, no son sin nosotros que las hemos vivido, pensado o sentido. Pero ahí van. Han sido soltadas de sus correas para pasear alegremente sin bozal. ¡Cuidado, pueden morder!

Las personas nos sentimos empujados a eso, irremediablemente. Somos seres personales, pero también sociales.  Y hoy ni puede ser frenado ni controlado. No garantiza que nadie escuche, ni que sea dialogado, ni nada por el estilo. Se lanza, se habla con la confianza prenatal de ser escuchado y se terminó. Si acaso de vez en cuando alguna respuesta, comentario en forma de alabanza o de discusión, pero se terminó todo casi cuando empezaba a surgir algo verdaderamente social.

Esto último me preocupa, porque queda ahogada la búsqueda de la verdad y la soledad del pensamiento es infinitamente mayor que antes, cuando se hablaba menos porque se pensaba más y por lo tanto se dialogaba (en el sentido real de la palabra). No por verter más palabras son éstas más pensadas, quizá si acaso mejorará la técnica de la escritura, siempre y cuando alguien dé con ella, si existe, y pueda aprenderla para hacerla suya. Pero no mejora el pensamiento.

Marco Aurelio no tenía blog público diario, pero sí dialogaba a diario. Escribía de forma permanente, pero no publicaba. Lo pensado era guardado interiormente y sometido a somero examen, como también todo aquello que recibía de “fuera”, los pensamientos e ideas de los demás. Este examen, valiente y aguerrido contra todo aquello que franquease la autenticidad y la sabiduría, le han hecho merecedor de una corona de laurel en las bibliotecas clásicas para sabios del siglo XXI. Hay palabras y personas, historias y vidas que sí merecen ser conservadas a lo largo de los tiempos porque forman parte indiscutible de la potencia de la humanidad y de su esplendor. (Con esto no pretendo desmerecer a nadie, constato un hecho).

Desde que las conozco y las pude leer con la tranquilidad que requieren, me admira que la soledad del pensamiento expresada en forma de meditación inicie sus pasos, en el primer libro -capítulo para los de hoy- haciendo memoria agradecida de todos los que le han enseñado. Sin duda alguna, una lección para los blogs.

 Un cordial saludo

Comentario a Anaximandro de Mileto


Discípulo de Tales, Anaximandro fue un hombre de profunda reflexión y de gran acción. No debemos entender que los filósofos son personas retiradas en el mundo de lo lejano y de las ideas, sino más bien personas de lo más práctico, adueñadas en su existencia por la fragilidad del pensamiento y también de su incomparable consistencia.

Anaximandro dijo que «el principio no es el agua ni ningún otro de los que se dice que son elementos, sino cierta otra naturaleza indefinida a partir de la cual nacen todos los cielos y todos los mundos que hay en ellos. Aquellas cosas de donde tienen los seres su nacimiento son las mismas en donde perecen según lo necesario; pues se dan unos a otros justicia y retribución de la injusticia según la disposición del tiempo. Así lo dice, con palabras más propias de la poesía»

El texto lo tenemos en Simplicio.

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A partir de aquí son reflexiones sobre lo que Anaximadro quiso decir con esas palabras tan poéticas, y por lo tanto tan oscuras. Reflexiones existen muchas. En la web incluso se encuentran grandes textos sobre este pequeño fragmento de la historia universal.

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Anaximadro habla, con mucha humildad, sobre aquello que «es» la realidad. Piensa que todo es «de donde procede» y por lo tanto debe ser llamado «principio». Con humilidad porque poco más pudo decir. Pero utiliza una expresión griega que no significa sólo origen sino también «poder regio» (principio en cuanto «príncipe», que de alguna manera determina y comparte su ser).

Aquello que es principio se extiende más allá de sí mismo dominando los seres en un continuo ir y venir, aparecer y desaparecer, en justicia y retribución de esa justicia. A esa dinámica de amor-odio también le da un contenido específico y clave: «necesidad».

Lo principio es lo indefinido.

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Los seres (ta onta, expresión creada ad hoc por Anaximandro para hablar de la realidad que nos concierne y circunscribe, y que por lo tanto también «somos» cada uno de nosotros) son los que existen, a diferencia de «lo principio» pero siendo en función de él, es decir, son entes en tanto que hay un principio que les da origen y que supone para ellos final. Y esto es «necesario».

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Lo indefinido es compartido esencialmente por lo principio, pero también más allá de sí mismo en los seres. Lo apeiron (en griego) se puede traducir por lo infinito, lo iliminado, lo indeterminado. No sabemos bien qué quiere decir con la experiención «aperion», aunque está claro que resurge en la historia de la filosofía continuamente como aquello que no tiene ni límites ni se puede poner límites en él, pero puede ser pensado como necesario y como posible.

Cuadro de filósofos griegos.


cuadro-filosofia.doc

 

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Coloco aquí un archivo con el cuadro de los filósofos griegos. Es parte de la historia del pensamiento y quizá la más importante para Occidente. Hegel, pensador alemán, dice que toda la historia de la filosofía es una nota a pie de página de la obra de Platón. De esta manera nuestro cuadro se divide en dos: antes y después de Sócrates. Seguiremos profundizando en el tema.

Aprovecho también para decir que el próximo fin de semana El Mundo “regala” por 1 € un libro en el que se ofrece la biografía y pensamiento de Sócrates y Platón.

Recuerdo que las corrientes helenísticas llegan hasta Roma y en ella se extienden a todas las capas de la sociedad. Preferentemente la epicúrea y la estoica.