Safo de Mitilene (1D)


Inmortal Afrodita, la de trono pintado,

hija de Zeus, tejedora de engaños, te lo ruego:

no a mí, no me sometas a penas ni angustias

el ánimo, diosa.

Pero acude acá, si alguna vez en otro tiempo,

al escuchar de lejos la voz de mi llamada,

la has atendido y, dejando la áurea morada

paterna, viniste,

tras aprestar tu carro. Te conducían lindos

tus veloces gorriones sobre la tierra oscura.

Batiendo en raudo ritmo sus alas desde el cielo

cruzaron el éter,

y al instante llegaron. Y tú, oh feliz diosa,

mostrando tu sonrisa en el trono inmortal,

me preguntabas qué de nuevo sufría y a qué

de nuevo te invocaba,

y qué con tanto empeño conseguir deseaba

en mi alocado corazón. «¿A quién, esta vez

voy a atraer, oh querida, a tu amor? ¿Quién ahora,

ay Safo, te agravia?

Pues si ahora te huye, pronto va a perseguirte;

si regalos no aceptaba, ahora va a darlos,

y si no te quería, en seguida va a amarte,

aunque ella se resista.»

Acúdeme también ahora, y líbrame ya

de mis terribles congojas, cúmpleme que logre

cuanto mi ánimo ansía, y sé en esta guerra

tú misma mi aliada.

Safo de Mitilene (mirada)


Sólo es hermoso el hermoso cuando alguien lo mira,

mas si también bueno es, lo será de por vida.

——-

¿Qué puedo hacer? No lo sé. Pues mis deseos son dobles.

Safo de Mitilene (1D)


Inmortal celeste, de ornado trono,

dolotrenzadora, Afrodita, atiende:

no atormentes más con pesar y angustias

mi alma, señora,

sino ven aquí, si mi voz de lejos

otra vez oíste y me escuchaste

y dejando atrás la dorada casa

patria viniste,

tras uncir el carro: gorriones lindos

a la negra tierra tiraban prestos

con sus fuertes alas batiendo el aire

desde los cielos.

Y llegaron pronto, y tú, dichosa,

con divino rostro me sonreías

preguntando qué me pasaba, a qué otra

vez te llamaba

y que qué prefiero que en mi alma loca

me suceda ahora: «¿A quién deseas

que a tu amor yo lleve? Ay dime, Safo,

¿quién te hace daño?

Pues, si huyó de ti, pronto irá a buscarte;

si aceptar no quiso, dará regalos;

te amará bien pronto, si no te ama,

aun sin quererlo».

Ven también ahora y de amargas penas

líbrame, y otorga lo que mi alma

ver cumplido ansía, y en esta guerra,

sé mi aliada.

Alceo de Mitilene (119D)


De nuevo la ola, como la de antes, avanza

contra nosotros, y nos dará mucho trabajo

resistirla cuando aborde nuestra nave.

….

… Aprestemos la defensa lo antes posible

y corramos al amparo de un puerto seguro.

Que a ninguno de nosotros la duda cobarde

le acose. Claro está que es enorme el empeño.

Recordad las fatigas que antaño soportamos.

Y que ahora todo hombre demuestre su valía.

Conque no avergoncemos por falta de coraje

a nuestros nobles padres que yacen bajo tierra.

Catulo LXXVI (Elegía amorosa)


Si los hombres experimentan placer al recordar la antigua obra bien hecha, cuando consideran que son honrados, que han respetado la sagrada fidelidad, que en ningún pacto han invocado en vano el poder de los dioses para engañar a los hombres, muchas satisfacciones te aguardan a lo largo de tu vida, Catulo, a causa de este amor tuyo no correspondido, pues todo el bien que los hombres pueden hacer o decir a sus semejantes, tú lo has dicho y hecho. Todo ello ha muerto confiado a un corazón ingrato. ¿Por qué, pues, atormentarte ya más? ¿Por qué no sacas coraje y te apartas de ella y aun con los dioses en contra, dejas de ser un desdichado? Es difícil renunciar de pronto a un prolongado amor; es difícil, pero hazlo de cualquier forma. Ésta es tu única esperanza de salvación: tú debes conseguir esta victoria; hazlo, tanto si puedes como si no. Oh, dioses, si es propio de vosotros la compasión o si llevasteis algunos, alguna vez, ya en el mismo momento de la muerte, un último socorro, contemplad mi desdicha y, si he vivido sin culpa, libradme de esta enfermedad y de esta perdición, que, como una parálisis deslizándose hasta el fondo de mi cuerpo, ha arrancado completamente la alegría de mi pecho. Yo ya no pretendo que ella corresponda a mi amor o, lo que resulta imposible, que consienta en ser pudorosa. Yo sólo aspiro a curarme y a quitarme esta cruel enfermedad. ¡Oh, dioses, concedédmelo a cambio de mi piedad!

Catulo a Lesbia (V)


¡Vivamos, Lesbia mía, y amemos, y todos los rumores de los viejos, demasiado severos, valorémoslos en un solo céntimo! Los soles pueden morir y renacer; nosotros, cuando haya muerto de una vez para siempre la breve luz de la vida, debemos dormir una sola noche eterna. Dame mil besos, luego cien, después otros mil, y por segunda vez ciento, luego hasta otros mil, y otros ciento después. Y cuando sumemos ya muchos miles, los borraremos para olvidarnos de su número o para que ningún maligno pueda echarnos mal de ojo cuando sepa que fueron tantos nuestros besos.

Propercio. Elegías I,19


No temo yo ahora, Cintia mía, los tristes Manes, ni me importa el destino debido a la postrera hoguera, pero que acaso mi funeral esté privado de tu amor, ese miedo es peor que la exequia misma. No tan superficialmente entró Cupido en mis ojos como para que mis cenizas estén libres de tu amor olvidado.

Allí, en los lugares sombríos, el héroe descendiente de Fílaco, no pudo soportar el recuerdo de su amada esposa, sino que, deseoso de tocar a su amor con ilusorias manos, el tesalio había ido cual sombra a su antiguo hogar. Allí, sea lo que fuere, siempre seré tu espectro: un gran amor atraviesa incluso las riberas del destino. Allí lleguen a coro las hermosas heroínas, las que el botín de Troya entregó a los héroes griegos: ninguna de ellas me será, Cintia, más agradable que tu figura, y (la justa Tierra así lo permita) aunque los hados te reserven una larga vejez, queridos sin embargo serán tus huesos a mis lágrimas.

¡Que esto mismo puedas tú sentir viva sobre mis cenizas! Entonces la muerte, donde quiera llegue, no me sería amarga. ¡Cuánto temo, Cintia, que, despreciada mi tumba, Amor cruel te separe de mis cenizas y te obligue a la fuerza a enjugar las lágrimas que te brotan! También la joven fiel se doblega con continuas amenazas.

Por lo cual, mientras podamos, gocemos juntos de nuestro amor: el amor, dure lo que dure, nunca es demasiado largo.

Tibulo. Elegía II, 3


También llevó a pastar los toros de Admeto el hermoso Apolo. Ni la cítara, ni sus cabellos sin cortar le ayudaron, ni pudo curar sus afanes amorosos con hierbas medicinales: todo cuanto había en el arte de la medicina, lo había vencido Amor. El propio dios se habituó a hacer salir de los establos a las vacas y enseñó a mezclar el cuajo con leche reciente y que esta leche se espesara con la mezcla. Entonces se tejió una canastilla con flexible mimbre de junco y por las junturas se producía un estrecho resquicio para el suero. ¡Oh, cuántas veces, dicen, mientras llevaba por los campos un ternero, enrojeció su hermana al encontrárselo! ¡Oh, cuántas veces, mientras cantaba en el fondo del valle, se atrevieron las terneras a interrumpir con mugidos sus doctos cantos! Con frecuencia los generales llegaron a consultar sus oráculos ante la incertidumbre de sus empresas. Vino también decepcionado el pueblo en masa de los templos de sus casas. Con frecuencia se dolió Latona al ver erizados sus sagrados cabellos, que la misma madrastra había admirado antes. Todo el que viera su cabeza sin adornos y sus cabellos en desorden, se preguntaría si aquella era la cabellera de Febo. ¿Dónde está ahora tu Delos?, Febo; ¿dónde la pítica, Delfos? Por cierto que Amor te obliga a vivir en pequeña choza. Dichosos los tiempos en que se cuenta que los eternos dioses no se avergonzaban de ser esclavos de Venus sin disimulos. Ahora él es objeto de habladurías, pero quien sufre de afanes amorosos por una joven prefiere ser objeto de burlas a ser un dios sin amor.

Albio Tibulo (vida)


Poeta latino, del momento de oro de la poesía romana. Sólo poseemos 16 elegías compuestas por él y, con ellas, ha pasado a la historia. «Horacio, amigo suyo, lo hace crítico de sus sátiras, protagonista de una de sus odas y destinatario de una bella epístola; Ovidio lo imita con adoración, llora su muerte y lamenta no haberlo conocido; Domicio Marso lo iguala en su género a Virgilio; para Quintiliano es el mejor elegíaco latino.»

Sin saber ni cuándo ni dónde nace, se intuye que muere el 19 aC, como Virgilio. Huérfano de padre, es criado en un ambiente provinciano por su madre y hermana. Pertenece al orden de los caballeros. Estudioso y pacífico por naturaleza, no comprende y se duele por las guerras civiles, de las cuales también sufre de forma directa la reducción de sus tierras. Vivió toda su vida sin apuros económicos y dedicado prácticamente a la literatura.

Horacio lo describe como agraciado, elegante, culto, bueno, elocuente y famoso. Enamoradizo, como demuestra su obra, dirigida a Delia, Mátaro y Némesis (pseudónimos).

Se acepta que, políticamente, pertenece al grupo de Mesala. Lo que no se comprende exactamente es el alcance de tal grupo. Aunque en principio se abogaba por su carácter conservador, hoy se acuerda que, si bien al principio sí existieron ánimos restauracionistas, tras la paz imperial, comprenden y aceptan las ideas de Augusto.