Sobre el Beneficio – Séneca


XV. «De esta manera -dices- si se te oye a ti el médico no tiene más derecho por tu parte que la percepción de sus ruines honorarios; ni tampoco tu preceptor, así que le hayas hecho efectiva su paga; y con todo, el médico y el maestro son entre nosotros objeto de sumo aprecio y de toda consideración.» A esto se responde que hay cosas que valen más que el precio por que se compran. Compras al médico una cosa inapreciable: la vida y la buena salud, y del profesor de artes liberales, las buenas letras y la cultura del alma; así que a uno y a otros no les pagas por lo que te dan, sino por la molestia que se toman; es por el ejercicio de su ministerio y el tiempo que hurtan a otros quehaceres, que les indemnizas, llévanse el salario no del servicio que te hicieron, sino de las horas que emplearon en él. Otra respuesta más convincente todavía puede darse, que voy a poner inmediatamente, luego de haber demostrado cómo puede refutarse esta objeción. «Determinadas cosas -dices- tienen una valía superior a su precio de venta y por tanto tú me debes por ellas un sobreprecio por más que las hubieres comprado y pagado.» Primeramente, ¿qué importancia tiene su valor, si es el que se convino entre comprador y vendedor? Además, no le compré por su valor intrínseco, sino por el que tú señalaste. «Vale más -dices- que su precio de venta.» Pero es el caso que no se pudo vender más caro. El precio de cada cosa depende de su oportunidad; aún cuando tú la hubieras encarecido, ese precio se fija en aquel por encima del cual no pueden venderse; fuera de que nada debe al vendedor el buen comprador. Además, aun cuando valen más estas mercancías, no hay en este negocio generosidad alguna de tu parte una vez que se admitiere no ser su utilidad efectiva, sino el uso y el curso del mercado los que regulan su justiprecio. ¿Qué precios pones tú al que traspasa los mares y a través de las ondas cuando la tierra se retiró de nuestra vista, se abre una rota certera y previene las borrascas que van a saltearle y en medio de la seguridad general ordena recoger las velas y bajar los aparejos y que esté dispuesta la marinería para afrontar la embestida de la tempestad y contrastar su braveza repentina? Y, no obstante, servicio tan arriesgado y tan grande págase íntegramente con el precio del pasaje. ¿Cuánto estimas que vale un albergue en el desierto, un techo mientras dura el aguacero, y en lo más recio del frío, la lumbre amiga o un baño caliente? Y con todo, yo sé cuánto me va ello a costar así que  pusiere el pie en el albergue. ¿Qué servicio no nos presta el que viene a apuntalar nuestra casa ruinosa y cuando una construcción está agrietada con su arte increíble la mantiene en suspenso? Con todo, es harto bajo y fijo el precio que cuesta el apuntalamiento. El muro nos protege contra el enemigo y nos guarda de las incursiones de los piratas; y no obstante, sabe todo el mundo cuánto cobra de jornal el obrero que para la pública seguridad levanta aquellas defensas.

Os propongo, a propósito del párrafo anterior, tomado de esta web, un pequeño debate sobre el asunto. Tan acutal como presente en todos los tramos de la historia de la humanidad.

Acerca de José Fernando Escolapio
Soy religioso escolapio. Inicio este blog personal para poder ensayar y escribir cosas que voy pensando, pero también como un previo a otros blogs en los que abrir nuevos cauces para la gente con la que comparto el día a día, bien en la clase o bien en otros ámbitos. Me encanta el mundo antiguo, aunque nunca me consideraré experto. Disfruto el cine y la música.

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