Visita guiada por Roma


Una visita guiada por Roma en la que podemos observar la magnitud de los edificios a media que son comentados, su importancia social y cultural, y la distribución de la misma.

Marco Aurelio y su blog


Quizá no todos conozcan que me refiero a Marco Aurelio, emperado romano que vivió sesenta años ocupando la centralidad del siglo segundo después de Cristo (huelga recordar que dos siglos antes de este inmenso personaje, no existían emperadores en Roma), y que el blog al que me refiero le acompañó durante toda su vida prácticamente, en forma de notas y apartados diversos en los que iba reflexionando, y sólo fue publicado de forma completa al final de sus días bajo el título de “Meditaciones”.

Entiendo que esto es lo que en el fondo se hace en internet, con una facilidad espasmosa. Confieso también mi estupor al certificar que se han abandonado los diarios personales, los cuadernos de reflexión, y que lo más íntimo aparece públicamente sin merecimientos. Pensar es un acto privado, reflexionar es sólo una cuestión personal e intrasferible, además. Publicar es convertir en público, traspasar los umbrales de la casa, de la cabeza y el corazón, y permitir que deambulen por vías transitadas por otros quizá más fuertes, quizá más sólidos, quizá menores y débiles. Al fin y al cabo es traslocar la posición de algo cambiándolo de su lugar natural, de su lugar genético y del lugar en el que nacen. Y esto que a nosotros nos parecería arriesgado (que nos trasloquen llevándonos a cualquier rincón de África o Asia, o trasloquen nuestras cosas personales mientras dormimos, o, peor aún, que trasloquen nuestra propia organización mental, nuestros recuerdos internos y la memoria) si lo hiciésemos con nuestras cosas, lo vemos continuamente en internet con pensamientos, con ideas, con sentimientos y con experiencias escaparateadas sin resquemores. Si fuera con nosotros, nos importaría, y no nos damos cuenta que pensamientos, ideas, sentimientos y experiencias nos constituyen, no son sin nosotros que las hemos vivido, pensado o sentido. Pero ahí van. Han sido soltadas de sus correas para pasear alegremente sin bozal. ¡Cuidado, pueden morder!

Las personas nos sentimos empujados a eso, irremediablemente. Somos seres personales, pero también sociales.  Y hoy ni puede ser frenado ni controlado. No garantiza que nadie escuche, ni que sea dialogado, ni nada por el estilo. Se lanza, se habla con la confianza prenatal de ser escuchado y se terminó. Si acaso de vez en cuando alguna respuesta, comentario en forma de alabanza o de discusión, pero se terminó todo casi cuando empezaba a surgir algo verdaderamente social.

Esto último me preocupa, porque queda ahogada la búsqueda de la verdad y la soledad del pensamiento es infinitamente mayor que antes, cuando se hablaba menos porque se pensaba más y por lo tanto se dialogaba (en el sentido real de la palabra). No por verter más palabras son éstas más pensadas, quizá si acaso mejorará la técnica de la escritura, siempre y cuando alguien dé con ella, si existe, y pueda aprenderla para hacerla suya. Pero no mejora el pensamiento.

Marco Aurelio no tenía blog público diario, pero sí dialogaba a diario. Escribía de forma permanente, pero no publicaba. Lo pensado era guardado interiormente y sometido a somero examen, como también todo aquello que recibía de “fuera”, los pensamientos e ideas de los demás. Este examen, valiente y aguerrido contra todo aquello que franquease la autenticidad y la sabiduría, le han hecho merecedor de una corona de laurel en las bibliotecas clásicas para sabios del siglo XXI. Hay palabras y personas, historias y vidas que sí merecen ser conservadas a lo largo de los tiempos porque forman parte indiscutible de la potencia de la humanidad y de su esplendor. (Con esto no pretendo desmerecer a nadie, constato un hecho).

Desde que las conozco y las pude leer con la tranquilidad que requieren, me admira que la soledad del pensamiento expresada en forma de meditación inicie sus pasos, en el primer libro -capítulo para los de hoy- haciendo memoria agradecida de todos los que le han enseñado. Sin duda alguna, una lección para los blogs.

 Un cordial saludo