Dialogando con Epicteto


Grandes hombres han sembrado nuestra historia de testimonios de vida sublimes, y de reflexiones muy interesantes. El otro día tuve que reencontrarme con uno de ellos (ahora más sereno que cuando lo leí siendo alumno de Filosofía, y con algo más de sabiduría), a propósito de un comentario de texto que pedí a mis alumnos de Bachillerato. Se llama Epicteto, griego de nacimiento (aunque hoy lo llamaríamos turco), fue llevado como esclavo a Roma para el servicio del emperador durante el primer siglo de nuestra era, y terminó sus días exiliado en Grecia por alcanzar demasiado prestigio. En su destierro, continuó con su labor educativa, formando ciudadanos y personas en su escuela estoica. Trabajo sobre Física (arte de conocer el mundo), Lógica (arte del buen discurso y del razonamiento) y Ética (arte de saber alcanzar el bien). Como Sócrates, su referencia filosófica principal, no escribió nada. Tarea que emprendió su alumno Arriano, gracias al cual conservamos su Manual, el “libro de texto” que servía de base a su enseñanza.

Hechas las presentaciones, me sorprendió mucho la lectura y actualidad del Manual. Al principio consideré mucho su actualidad, y contraculturalidad. Pero es algo general. El estoicismo no forma parte de nuestra base. Somos más de Epicuro o Diógenes. Marco Antonio, Séneca o Epicteto nos cogen a desmano. Sin embargo, si lo cotegásemos con muchos de los tweets de ayuda  y de coaching que se cruzan permanentemente la red, nos llevaríamos grandes sustos al ver cuán lejos están del placer y del cinismo, y lo próximos que son al fondo de la stoa. Las propuestas sabias de la red sobre la buena vida, sobre la felicidad, sobre el éxito, sobre el dominio de sí mismo, sobre el verdadero disfrute de la vida, sobre las batallas que podemos y las que no podemos librar, se parecen mucho a este pensador antiguo. Hay tres palabras que debemos aprender para leer filosofía antigua, en relación a la ética, y que no son ajenas en absoluto al cristianismo y a las religiones orientales: (1) ataraxia (2) apatía y (3) eupatía. No me toca a mí explicarlo ahora, pero su etimología es nítida.

Pongo algún ejemplo, para hacer más notoria la semejanza:

  1. El primer capítulo del Manual se dedica a la distinción entre lo que depende de nosotros y lo que no depende de nosotros. Aconsejándonos vivamente que “nos metamos en nuestros asuntos” y prescindamos de heroicidades en la que no podemos llevar el control.
  2. La armonía con la naturaleza se ejerce en lo cotidiano. Cita referencias de lo más comunes hoy, no tanto entonces, como darse un baño, o en las tareas personales. Y añade que no se trata tanto de qué estás haciendo sino de cómo lo estás haciendo.
  3. La diferencia entre la felicidad y la infelicidad no está en lo que sucede y acontece fuera de nosotros y al margen de nuestras posibilidades, sino de nuestro pensamiento sobre la realidad. Es decir, todo lo que sucede, en principio, no tiene capacidad para hacernos daño o felices si no se lo permitimos. El pensamiento es la clave que inclina la balanza, nos defiende o permite la entrada en nuestra vida de la realidad “extramuros” de nosotros mismos. Epicteto pide cautela, como no puede ser de otro modo, respecto a las ideas y los prejuicios, y solicita el ejercicio prudente y cultivado de las buenas ideas. Sin ellos, sigue insistiendo, todo estará perdido. Y sin su recta determinación, nada se podrá hacer. “No podemos elegir las circunstancias externas, pero siempre podremos elegir cómo reaccionar ante ellas”.
  4. Nada se gana con culpar. Los “más” y “más comunes” (el vulgo) con frecuencia se entrega a hablar y condenar a otros por todo cuanto sucede. Los “menos”, en un escalón más próximo a la sabiduría, se culpan a sí mismos. Tanto a unos como a otros habrá que recordarles que el camino elegido no termina en ningún buen puerto, como calle cortada. Es una necedad. La sabiduría se aleja de ser barridos por reacciones emocionales debastadoras.
  5. Las cosas son las que son, los demás que piensen y hablen lo que quieran. O dicho de otro modo, asume un realismo puro y duro, craso y contundente, alejándote de imaginaciones y alienaciones. Y por otro, no confundas la realidad con aquello que la gente habla, y no siembres confusión en tu interior por las necias e ignorantes interpretaciones de la realidad.
  6. El mérito personal no depende de ninguna fuente externa. Luego sólo queda como posible origen, la fuente interna, la interioridad, la personalidad y aquello que nosotros somos capaces de crear. Confía, por lo tanto, en la persona de modo increíble, pues en ella está “toda la verdad”, al modo platónico, y toda la realidad que podrá desplegar, al modo hegeliano. Se desprende de aquí la búsqueda interior, la necesidad del conocimiento interno y personal, y el auto-éxito. ¿Cuadraría con la perspectiva actual del emprendedor moderno? “Te ha sido encomendada una labor, ponte manos a la obra.”
  7. La claridad sobre los auténticos propósitos. Sin vagar errabundos en cuestiones secundarias, vapuleados por el placer, el ocio y la diversión. Hay cuestiones primeras y otras que pueden esperar, a pesar de su aparente bondad, porque distraen y apartan de lo fundamental y la clave de la propia vida. “Si el barco se detiene en un puerto y echa el ancla, puedes bajar. Pero permanece atento a la llamada del capitán.”
  8. El poder de la voluntad. Entendida como la capacidad para tomar decisiones por uno mismo, de dirigir la existencia y dar entidad al futuro sin escribir. Voluntad que enlaza con la libertad, no intacta en su pensamiento pero sí suficiente, y en la que cada hombre debe confiar plenamente y de forma real. Una voluntad que nunca debe verse afectada, salvo que el hombre sea descuidado y permita su propia esclavitud interior.
  9. Y, por cerrar en algún momento esta reflexión, utiliza plenamente lo que te sucede. Expresión literal tomada de su Manual, que vuelve a despertarnos la inteligencia frente a un mundo indiferente. Todo eso “exterior a nosotros mismos” está esperando ser utilizado. Y puede ser, de hecho, utilizado para bien. No controlado, en tanto que es algo que nos sucede, que no nos debemos a nosotros mismos, que no hemos labrado con el sudor de nuestra frente. Está ahí, y espera integrarse, como pugnando con nuestros muros, en nuestra realidad. ¿Al servicio de lo primero o de lo secundario? ¿Para darnos paz o dejarnos intranquilos? Esto depende de quien abre las puertas, y de su voluntad de dominio y control.

Estas son algunas de las palabras que aparecen en el texto citado, el Manual o Enquiridium. No he ofrecido un comentario total y absoluto. Ofrezo el de José Antonio Bielsa, como otra posibilidad muy aceptable. Sin duda, ofrecen un mundo muy similar al que seguimos buscando de una u otra manera a través de las ciencias humanas modernas. ¿Será que hemos dejado de ser originales?

Pero no busco una exposición, como clase teórica, sino un verdadero diálogo. Para lo cual, algunas preguntas, que a mí personalmente, me quedan pendientes después de leer y pensar lo que está escrito:

  1. ¿Realmente nada exterior depende de nosotros mismos hasta el punto de vernos a nosotros mismos, y nuestro mundo, reducidos a las paredes del cuerpo y a la fuerza de la voluntad? ¿Todo cuanto esperamos de “lo de fuera” es hacer uso, utilizar y servirnos para el propio bien?
  2. ¿Quién ordena “lo primero” frente a “lo secundario” de la vida? ¿Existe alguna referencia objetiva, alguna llamada principal y particular que pueda realizar ese ordenamiento interior en función de la verdad y del bien? ¿Y puede ser alterado con bondad, pasando a ser aquello que es considerado secundario como lo primero?
  3. ¿No subyace detrás de tanta neutralidad del mundo exterior un fuerte pesimismo y desconfianza en el mundo, las cosas y las personas? ¿Esto es una experiencia personal por la esclavitud y la vida cercana al emperador, con sus injurias y despropósitos, y los olvidos del mundo más allá de sus narices? ¿O es extrapolable? Habiendo contextos que estén verdaderamente tan deshumanizados, que los hay, ¿debemos quedarnos impasibles e insensibles?
  4. ¿Toda la propuesta ética para alcanzar la felicidad está ciertamente en la “imperturbabilidad” y la “insensibilidad“? El camino que describe, excesivamente negativo, contempla la potencia y la realidad conforme a la verdad que podemos alcanzar, conforme al bien que la fundamenta, conforme a la bondad de las leyes del universo y las posibilidades del hombre.
  5. ¿Es la realidad “que es” tan descriptible e impasible como pide que sea, y como no pocas veces nos gustaría, o depende sobremanera de nuestras interpretaciones y de nuestro lenguaje y preguntas? ¿En esa realidad que se construye interiormente, como “lo que es”, qué lugar ocupa el lenguaje debido a otros, y que por lo tanto deberíamos agradecer?
  6. ¿La ética puede vivirse “sin sentido” en los tiempos que corren, afincada y afirmada exclusivamente en el deber, en la ley y en la autonomía?
  7. Algo que tampoco comprendo del todo, junto con tanta fuerza de voluntad, esfuerzo y sacrificio, es la incapacidad para transformar el mundo y la realidad, y tanto quedarse anclados en “la libertad interior” e intimista, a la larga. Siendo tanta la huella que podemos dejar en el mundo, ¿por qué no poner, en parte, la felicidad en esa transformación del mundo?

Seguirá el diálogo. Personalmente, muy interesante. Y espero que otros se sumen a la lectura de este clásico, y sepan mantener una actitud digna del buen esclavo con quien hoy hemos pasado un rato “entre palabras”. Ahora toca la acción.

(Tomado del blog Preguntarse y Buscar)

Sobre el Beneficio – Séneca


XV. «De esta manera -dices- si se te oye a ti el médico no tiene más derecho por tu parte que la percepción de sus ruines honorarios; ni tampoco tu preceptor, así que le hayas hecho efectiva su paga; y con todo, el médico y el maestro son entre nosotros objeto de sumo aprecio y de toda consideración.» A esto se responde que hay cosas que valen más que el precio por que se compran. Compras al médico una cosa inapreciable: la vida y la buena salud, y del profesor de artes liberales, las buenas letras y la cultura del alma; así que a uno y a otros no les pagas por lo que te dan, sino por la molestia que se toman; es por el ejercicio de su ministerio y el tiempo que hurtan a otros quehaceres, que les indemnizas, llévanse el salario no del servicio que te hicieron, sino de las horas que emplearon en él. Otra respuesta más convincente todavía puede darse, que voy a poner inmediatamente, luego de haber demostrado cómo puede refutarse esta objeción. «Determinadas cosas -dices- tienen una valía superior a su precio de venta y por tanto tú me debes por ellas un sobreprecio por más que las hubieres comprado y pagado.» Primeramente, ¿qué importancia tiene su valor, si es el que se convino entre comprador y vendedor? Además, no le compré por su valor intrínseco, sino por el que tú señalaste. «Vale más -dices- que su precio de venta.» Pero es el caso que no se pudo vender más caro. El precio de cada cosa depende de su oportunidad; aún cuando tú la hubieras encarecido, ese precio se fija en aquel por encima del cual no pueden venderse; fuera de que nada debe al vendedor el buen comprador. Además, aun cuando valen más estas mercancías, no hay en este negocio generosidad alguna de tu parte una vez que se admitiere no ser su utilidad efectiva, sino el uso y el curso del mercado los que regulan su justiprecio. ¿Qué precios pones tú al que traspasa los mares y a través de las ondas cuando la tierra se retiró de nuestra vista, se abre una rota certera y previene las borrascas que van a saltearle y en medio de la seguridad general ordena recoger las velas y bajar los aparejos y que esté dispuesta la marinería para afrontar la embestida de la tempestad y contrastar su braveza repentina? Y, no obstante, servicio tan arriesgado y tan grande págase íntegramente con el precio del pasaje. ¿Cuánto estimas que vale un albergue en el desierto, un techo mientras dura el aguacero, y en lo más recio del frío, la lumbre amiga o un baño caliente? Y con todo, yo sé cuánto me va ello a costar así que  pusiere el pie en el albergue. ¿Qué servicio no nos presta el que viene a apuntalar nuestra casa ruinosa y cuando una construcción está agrietada con su arte increíble la mantiene en suspenso? Con todo, es harto bajo y fijo el precio que cuesta el apuntalamiento. El muro nos protege contra el enemigo y nos guarda de las incursiones de los piratas; y no obstante, sabe todo el mundo cuánto cobra de jornal el obrero que para la pública seguridad levanta aquellas defensas.

Os propongo, a propósito del párrafo anterior, tomado de esta web, un pequeño debate sobre el asunto. Tan acutal como presente en todos los tramos de la historia de la humanidad.

Píndaro, Nemea VIII


 Hay quienes piden oro y otros, tierras ilimitadas, yo pido deleitar a mis conciudadanos, hasta que la tierra cubra mis huesos- un hombre que alabó lo digno de elogio y sembró la acusación contra los malvados. Pero la excelencia humana crece como una vid, nutrida del fresco rocío y alzada al húmedo cielo entre los hombres sabios y justos. Necesitamos cosas muy diversas de aquellos a quienes amamos, sobre todo, en el infortunio, aunque también el gozo: busca unos ojos en los que confiar.

La capacidad humana en Sófocles


Muchas con las cosas asombrosas, pero nada más asombroso que el hombre (…) Posee el habla y el pensamiento rápido como el viento, y todas las restantes mañas con las que se puede organizar una ciudad (…) Penetrante hasta más allá de lo que caprichosamente podríamos soñar es su fértil habilidad, sea para el bien, sea para el mal. Cuando honra a las leyes de su país, y mantiene la justicia que ha jurado ante los dioses respetar, se yergue orgullosamente sobre la ciudad; pero no tiene ciudad quien, atolondradamente, se enfanga en el delito.» (Sófocles, «Antígona«)

Filosofía contra el sufrimiento


Vacío es el argumento de aquel filósofo que no permite curar ningún sufrimiento humano. Pues de la misma manera que de nada sirve un arte médico que no erradique la enfermedad de los cuerpos, tampoco hay utilidad alguna en la filosofía si no erradica el sufrimiento del alma. (Epicuro)

Lo mejor en absoluto y en cuanto mejor (Aristóteles)


Es, por lo tanto, evidente que también es mayor lo que la sensatez aconseja más. E igualmente lo que es propio de los mejores, bien sea en absoluto o  bien en cuanto que mejores, como ocurre, por ejemplo, con la valentía respecto de la fuerza. Y también lo que eligen los mejores, sea de nuevo en absoluto o en cuanto que mejores. Por ejemplo: sufrir injusticia es más que cometerla, puesto que ello slo que escogería el más justo. Así como también es mayor lo placentero que lo que no lo es, dado que todos los seres persiguen el placer y apetece el goce por sí mismo y éstos son los criterios con los que hemos definido el bien y la finalidad. Por su parte, es más placentero  el goce que molesta menos y dura más. Y también lo más bello que lo menos bello, pues a decir verdad, lo bello es sinónimo de lo placentero o de lo que es preferible por sí mismo. Constituyen igualmente bienes mayores aquellas cosas de las que más querrían los hombres ser causa, bien para sí o para sus amigos; y, en cambio, mayores males aquellas de las que menos querrían ser causa.

Aristóteles, Retórica, Libro I, 1364b

Ovidio «Es preciso escuchar a un sabio cuando habla.»


» Haz promesas, pues ¿en qué te perjudican las promesas?, cualquiera puede ser rico en promesas. La Esperanza, una vez que se le ha dado crédito, se mantiene durante mucho tiempo: es una diosa engañosa, verdaderamente, pero que sin embargo presta sus servicios. Si llegas a hacer algún regalo, podrás ser relegado calculadamente: se llevará lo que tú le dejaste y no habrá perdido nada. Pero lo que no le regalaste, que siempre parezca que vas a regalárselo: así muchas veces un campo estéril engañó a su dueño; así el jugador, para no perder, no cesa de perder y vuelve a llamar al dado una y otra vez a sus manos ambiciosas. Ésta es la meta, éste es el objetivo: unirte a ella sin haberle regalado nada antes; y para no darte gratis lo que ya te dio, te lo seguirá dando.»

Aristóteles y la amistad


Quizá no todos sepan que la amistad es uno de los temas más recurrentes en la literatura clásica. Lo encontramos en el teatro, en comedias y tragedias por igual y en sus más amplias vertientes, lo disfrutamos como parte de las relaciones entre los grandes héroes épicos excentes en sus apuestas y en sus agitaciones. Cómo no puede vivir en la lírica, acompasado de esas palabras incomprensibles que se entrelazan desde el corazón. Sorprende también en los grandes discursos, en la primigenia narrativa de la oratoria que conservamos, y se hace presente en todas las discusiones filosóficas sobre el ser, sobre el mundo y, progresivamente, sobre la sociedad y la persona.

Pero quizá no todos saben que la Ética a Nicómaco guarda, como una joya, dos libros enteros a semejante acierto de la sociedad y del corazón humano. La necesidad, como se cuenta, de alguien fuera de la sangre y de los lazos circunstanciales con quien se comparte más allá de lo accidental, entrando poco a poco en la sustancia de la vida e incluso compartiéndola exageradamente.

Recomendación para una tarde de verano: Leer al menos, de tan gran obra, los dos libros recomendados.

Agradecería, si alguno se atreve, poder ir comentado en este post, poco a poco, este librito. Quizá por párrafos, accesibles en distintas páginas de internet, o quizá por frases.

Safo de Mitilene (1D)


Inmortal Afrodita, la de trono pintado,

hija de Zeus, tejedora de engaños, te lo ruego:

no a mí, no me sometas a penas ni angustias

el ánimo, diosa.

Pero acude acá, si alguna vez en otro tiempo,

al escuchar de lejos la voz de mi llamada,

la has atendido y, dejando la áurea morada

paterna, viniste,

tras aprestar tu carro. Te conducían lindos

tus veloces gorriones sobre la tierra oscura.

Batiendo en raudo ritmo sus alas desde el cielo

cruzaron el éter,

y al instante llegaron. Y tú, oh feliz diosa,

mostrando tu sonrisa en el trono inmortal,

me preguntabas qué de nuevo sufría y a qué

de nuevo te invocaba,

y qué con tanto empeño conseguir deseaba

en mi alocado corazón. «¿A quién, esta vez

voy a atraer, oh querida, a tu amor? ¿Quién ahora,

ay Safo, te agravia?

Pues si ahora te huye, pronto va a perseguirte;

si regalos no aceptaba, ahora va a darlos,

y si no te quería, en seguida va a amarte,

aunque ella se resista.»

Acúdeme también ahora, y líbrame ya

de mis terribles congojas, cúmpleme que logre

cuanto mi ánimo ansía, y sé en esta guerra

tú misma mi aliada.