Teatro en Grecia


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Drama. Una reflexión sobre el género literario.


Muchos ya saben que los géneros literarios no surgen sin más, sino con una finalidad concreta al servicio de la comunicación. Recuerdo, pero no lo diré, que una de las clases de la universidad comenzaba con esta pregunta: “¿Qué es un género literario?” En esas horas dedicadas al estudio aprendí mucho. No da igual pedirle una cita a alguien en poesía que en prosa, ni por medio del género épico que del lírico. Es una paradoja, pero no da igual. Esto me da que pensar, y ciertamente -un adverbio al que tengo un cariño desmesurado- la forma como se dan a conocer las noticias o como una persona entra en contacto con otra por medio de la palabra revelan algo muy íntimo de cada uno. Y más cuando lo que se hace es escribir.

Pues a mí me agradan, entre todos los géneros posibles, la dramática. Yo digo que es la actuación por medio de la cual se llevan al extremo las posibilidades humanas del sufrimiento y de la alegría. Y es cierto. Cualquier intermedio entre tragedia y comedia, es una mezcla sin orden contraria a la educación. Porque no hay que reírse de aquello trágico, ni llorar de mano de la alegría. Todo lo contrario. Y nos falta aprender eso, que cada cosa tiene su tiempo, y lejos de alejarnos de nosotros mismos nos comprendemos en nuestra historia. Un profesor mío, del que guardo algo más que una serie de apuntes o un mero recuerdo, comenzaba uno de sus libros parafraseando aquella tremenda frase socrática según la cual una vida sin pensamiento no merece la pena ser vivida. Esto muchos no lo comprender, por eso él lo compartía de una forma excelente: “Confío en que la verdad básica de la vida termina siempre por imponerese, y la vida, para ser hondamente gozada y sufrida, exige reflexión; pero me apena la idea de que llegue a no estar a mano de todo el mundo la oportunidad de un poco de soledad y labor filosófica, por simple desprecio comercial o por estragegia torpe de la política educativa“.

El drama es semejante a la vida en muchos aspectos. Pero en uno se diferencia de forma notable: el guión. Prescindiendo del guión, que en nuestro caso no está escrito y cualquiera que lo piense coherentemente debe estar dispuesto a entregar su libertad en manos de otros, el drama está compuesto de palabra y acción. ¿Qué más semejante a la vida? Ambas entrelazadas, unidas indisolublemente. Por eso digo que es como la vida, y no mera apariencia de ella. Apariencia de ella sería afirmar, y muchos a lo mejor lo harían de forma inconsciente, que la acción y la palabra no se unen en una única vida; o lo que es lo mismo, que es posible decirle “vida” donde sólo existiría la ruptura en el tiempo de aquello que somos: diálogo. Y sí, somos diálogo, y no sólo palabra. Y siempre seremos sólo diálogo, no triálogo y tretálogo. Cada vez que hacemos, no sólo laboramos o trabajamos, sino cada vez que hacemos de acción, ponemos en marcha nuestro discurso interior más profundo. Pues vida sólo se encuentra, y por eso todos la buscan, cuando nuestra acción está en concordancia con nuestro diálogo interior. Sócrates es un maestro en esto, y sólo iba al teatro que desarrollaba en Atenas un sólo dramaturgo. El resto, afincados fuera del hombre en las historias mitológicas, no le interesaban.

 Cuánto hay que aprender. Cuánto ayuda el drama. La sonrisa y el llanto.