Zeus, señor del Olimpo


Gods of Greek Mithology


Mitología


Un video en el que puedes, brevemente, saber cuánto conoces y adentrarte en personajes que todavía quedan por descubrir.

Dioses Olímpicos. General


DIOSES OLIMPICOS

 Después del surgimiento de los dioses, que Hesíodo nos intenta narrar en su Teogonía, el matrimonio entre Urano y Gea fue de los primeros en tomar la hegemonía del nuevo Orden. De su unión nacieron los Hecatonquiros, los Cíclopes y los Titanes y Titánides (Apolodoro, Biblioteca mitológica, I, 1,3). Por el miedo a ser destronado, alejaba a todos sus hijos de sí. Sin embargo, Cronos, uno de sus hijos, ayudado por sus hermanos, consiguió derrocar a su cruel padre. Se unió con su hermana Rea, pero asustado, devoraba a sus hijos al nacer. Engañado, en lugar de entregarle a Zeus, Cronos engulló una piedra y éste, años más tarde, conseguiría matar a su padre desatando una guerra entre los dioses que vencerá para imponer el orden.  “Con su velo azafrán se extendió por la tierra la Aurora, cuando Zeus, que se deleita con el rayo, reunió a los dioses en la cima más alta del Olimpo” (Homero, Ilíada, VIII, 1-3) “Doce divinidades, con Júpiter en el centro, están sentadas con augusta majestad en altos asientos; a cada uno de los dioses su propio aspecto lo identifica; la imagen de Júpiter es la propia del soberano” (Ovidio, Metamorfosis, VI, 72-74) “Así habló, y partió Atenea de ojos verdes hacia el Olimpo. Allí –dicen- está la morada siempre segura de los dioses, pues no es azotada por los vientos ni mojada por las lluvias, ni tampoco la cubre la nieve. Permanece siempre un cielo sin nubes y una resplandeciente claridad la envuelve. Allí se divierten durante todo el día los felices dioses.” (Homero, Odisea, VI, 41-46) 

Los griegos adoraban a dioses que habitaban el Olimpo, y los romanos tomaron estas divinidades como parte de su cultura al entrar en contactos con el mundo heleno, aunque con nombres diferentes en algunos casos. Estos dioses tenían las siguientes características: (1) Eran inmortales (tenían nacimiento, pero no morían) y gozaban de juventud eterna; se alimentaban de néctar y ambrosía, y en lugar de sangre tenían ícor; (2) Llevaban una vida fácil, no sujeta las dificultades de la vida humana; (3) Su inteligencia era superior y cada uno de ellos representaba una idea particular con atributos específicos.

Características de los dioses


Es algo que siempre me ha resultado entrañable. Muchas veces me encuentro personas que no son capaces de pensar en sí mismas, pero que con enorme facilidad definen a los demás, a la realidad y al mundo en el que viven. Esta es una tarea prometedora, sinceramente. Pensar la imagen de los dioses que tenían en la antigüedad es precioso. Es muy diferente a la mía, sinceramente. Los dioses griegos parecen caprichosos, preocupados de sus afanes simplemente, interesados «postmodernamente» por sus sentimientos, arrebatos e incomprensiones. Es todo un mundo de relaciones entre ellos, normalmente tendiendo a la desaveniencia, cuanto menos curiosas.

Para Homero, que es quien tomo de referencia sin que él lo sistematizara, evidentemente, como estoy dispuesto a hacer yo -que me perdone si me equivoco-, los dioses tienen principalmente tres características -siempre a diferencia de los hombres-. Enumero sin más, y ojalá algún día pueda pararme a explicarlas con más cautela:

1. Son inmortales. Es decir, nacen y viven en el tiempo, pero beben ambrosía, lo cual les da la inmortalidad. Pueden morir, ciertamente, aunque no es lo normal. Los enfrentamientos entre unos y otros se libran «al margen» de la muerte, en otra dimensión.

2. Son inteligentes en grado sumo. Mientras los hombres tienen que pasar «carros y carretas» para acertar con las soluciones a sus problemas, los dioses tienen una inteligencia superior que les permite conocer al instante, como intuitivamente, la realidad. De este tipo de inteligencia los seres humanos participan, pero en medida tan ridícula en comparación con aquellos, que es «indignante».

3. Llevan una vida fácil. Esto no hace falta explicarlo. Yo mañana madrugo, ellos no. Con esto está dicho todo, creo.

No me puedo detener más en estas cuestiones; no por falta de ganas, sino por limitaciones del tiempo del que dispongo. Si alguien tiene alguna cuestión, pregunta, interrogante, sugerencia, discusión… que haga su comentario. En cuanto pueda, será atendido en la medida de mis torpes y límites «limitaciones».

Panteón Olímpico (Pre.2)


Lo que sigue, desde el nacimiento de los primeros seres divinos hasta la constitución de la Asamblea de los dioses en el Monte Olimpo, con Zeus a la cabeza, sólo se puede comprender en la siguiente relación: URANO – CRONOS – ZEUS. Una cuestión sencilla, para comenzar, es saber que son puestos en relación de parentesco directo: Urano es padre de Cronos, y éste de Zeus; y cada uno de los hijos ha pasado a la historia por ser parricida, de tal modo que Cronos asesina a Urano, y a su vez es asesinado después de larga lucha por Zeus.

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URANO (cielo) nace de GEA (tierra) con quien tiene diversos hijos. Por miedo a que le quiten el poder que ha conquistado «rodeando la tierra» los envía tan lejos como puede de sí mismo, de tal manera que los encierra en el TÁRTARO. El hijo menor, CRONOS (tiempo) es ayudado por GEA para vengar a su padre URANO, y es así como, tras su liberación y ayudado por los Cíclopes y Hecatónquiros, armado con una hoz castra a su padre.

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CRONOS se casó con su hermana REA (vida fácil) y, a causa del parricidio, se le auguró que sería derrocado por uno de sus hijos al igual que él había matado a su padre. De esta manera, en cuanto REA daba a luz, CRONOS devoraba a los suyos. Ya había hecho lo propio con cada uno (Hestia, Deméter, Hera, Hades, Poseidón) cuando nació ZEUS. En lugar de entregarle a éste, REA le dio a CRONOS una piedra que engulló tranquilamente quedando después tranquilo.

Adiestrado en la guerra, ZEUS liberó a sus hermanos haciendo vomitar a su padre con una pócima, y liberó a los Hecatónquiros y Cíclopes para luchar contra CRONOS y sus aliados los Titanes, seres legendarios de enormes dimensiones. A esta batalla se la denomina precisamente por esto «Titanomaquia», en la cual Zeus instaura su «mando» en el Olimpo. La victoria fue de Zeus, y así se constituyó como Señor de los confines y dios por encima del resto. GEA nunca comprendió los castigos que después ejerció sobre algunos que se habían opuesto a él, por lo que engendró a los Gigantes para enfrentarse a Zeus. A esta nueva contienda se la llama «Gigantomaquia». Entre los gigantes, por ejemplo, destaca Tifón. En esta lucha ya aparece Hércules como promesa de justicia que será instaurada, luchando junto a su padre Zeus. Será el primer padre y el primer hijo que se enfrentan juntos, y no uno contra el otro, en la generación de los dioses olímpicos.

Panteón Olímpico (Pre.1)


Es necesario atender a los preliminares para comprender la importancia decisiva que tienen estos doce (o trece) dioses en el conjunto de la literatura, la religión y el pensamiento grecolatino. Elijo pensar estas cuestiones a partir de la Teogonía de Hesíodo.

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Según este relato existen tres realidades primigenias y originarias, de cuyo origen poco podemos saber, si fuese posible llegar a comprender para los hombres su inicio. (1) El JAOS (escribo tal y como pronunciaríamos ese nombre en castellano), que es la hendidura u hondanada universal. Esta palabra designa en griego moderno el bostezo porque deja ver el paladar. La boca es en nuestras dimensiones lo que piensan los griegos que es el mundo realmente: con su bóbeda -paladar-, su superficie terrestre -nuestra lengua- y los límites del orbe -dientes más allá de los cuales existe la caída del Tártaro-. Prescindiendo de cualquier forma, lo que queda es el hueco, es decir, el jaos. En él se suceden, todavía sin actores, como si se tratase de un escenario, el día y la noche. (2) Incapaz de pensar su origen, la Tierra (GEA) tiene que haber existido desde siempre tampién. Notamos la diferencia entre JAOS y GEA, según Hesíodo. (3) Por último, no menos importante, está el Amor Pasional, la fueraza del devenir, que recibe el nombre de EROS. Sin su impulso vita, sin su fuerza, no tiene sentido que exista nada ni nada pueda llegar a existir. Lo erótico es, en el mundo de Hesíodo, todo lo relacionado con el ritmo del devenir, de lo que no puede dejar se seguir siendo y fructificar en otras formas diferentes. Gracias a EROS el resto de realidades de la vida llegarán a ser. Por esto precisamente EROS no tiene descendencia; él mismo es la continuidad.

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De JAOS surgen, casi espontáneamente en el relato, EREBOS (habitación debajo de la bóveda, bajo cualquier suelo pensable) y NOCHE (no como algo propio, sino subrayando que todavía no hay luz). De ella naceran ETER y DÍA, entre otros. También queda consignado el nacimiento de esta unión tanto HIPNO (sueño) como el mismo THANATOS (muerte), las ESPÉRIDES y las nueve MOIRAS.

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De GEA se genera el mundo estrellado, el soporte de las estrellas, llamado URANO (que significa cielo). Y con estos dos personajes, comienza la historia que llegará a ser cuestión de los Olímpicos.

Clasificación de los mitos


Existen muchas formas de clasificar las cosas. De hecho es un ejercicio que se ha convertido en un hobby prácticamente. Entre «clasificar», «coleccionar» y «ordenar» existen pocas diferencias. Dicen que los españoles somos las personas que más tiempo perdemos «ordenando» nuestro cuarto para poder trabajar, o en su defecto ordenando la misma mesa de trabajo para poder desarrollar nuestra función. Es cuestión de estadística. El caso es que los alemanes parecen los más «cuadrados» mentalmente, y eso les hace aventajarse en algunas cuestiones.

Por ejemplo, la mayor parte de las clasificaciones de los mitos provienen del mundo germánico. Es cuestión de comprobarlo, pero ahí está.

Las taxonomías (clasificaciones) se hacen en relación a las características que queremos descatar. Hay muchos criterios que se pueden aplicar. En la antigüedad, por ejemplo, el usado fue el relacionado con la línea de tiempo. Se trataba entonces de ordenar los mitos «según habían surgido en el tiempo», unos antes y otros después, y así sucesivamente. Los libros más importantes serían entonces de Hesíodo (Trabajos y Días), Ovidio (Metamorfosis) y el gran Apolodoro (lo pongo el último, porque quizá sea especial).

Hoy ofrezco dos clasificaciones sencillas. La primera en función de aquello que explican (pasado, presente y futuro) y la segunda en base a la forma en que han sido contados en la literatura.

 De esta manera tenemos, respecto a lo que explican: (1) Mitos relacionados con el orgien. Dan a conocer cómo surgieron los mismos dioses (Teogonías), e incluso el mundo (Kosmogonías), los hombres (Antropogonías) u otros seres, como montañas, plantas, animales… (Etiologías). (2) Por otro lado, ya centrados en el «presente» de los seres humanos, se sitúan los que dan a conocer qué es lo bueno y qué es lo malo, cuál es la conducta mejor y cuál, por ende, reprochable. Estos mitos se denominan: Éticos. Son más difíciles de identificar con claridad, a diferencia de los anteriores. Nos referimos, por ejemplo, a la manzana de la diosa Discordia, el ya conocido relato entre Eco y Narciso, el relato de Eros como hijo de Poros y Penia, prácticamente la totalidad del viaje de Odiseo (Ulises) o de Jasón y los argonautas. (3) Para terminar, los relacionados con preguntas sobre el futuro. ¿A dónde o cómo será ese mundo? Sabido es que en la literatura, para poder contar con detalle y verosimilitud estas cuestiones, hace falta que algunos «hombres o seres» vengan de aquel mundo que atrapa a los mortales. Cuentan que lo consiguieron pocos, pero algunos de gran importancia. Entre ellos Hércules, Orfeo, Eneas… y pocos más. Gracias a ellos tenemos un mapa del mundo «de abajo» (Hades) que agrupa a los relatos mitológicos conocidos como escatológicos. Destacamos la descripción de los Campos Elíseos, la figura de Caronte y del can Cerbero, pero también historias que atañen a los dioses de allí abajo como Thanatos o Proserpina.

Respecto a las formas que adquieren, y que hay que tener en cuenta porque los destinatarios y, en parte, también la historia es modificada, nos hacemos cargo de los famosos géneros literarios. Un género literario es una forma, como molde social, que sirve para la comunicación. Por ejemplo, una carta es un género literario adecuado en ciertos contextos, en algunos de los cuales no es válida una poesía. ¿A algún padre se le puede ocurrir escribir una poesía para pedir cita con el tutor de su hijo? Pensaríamos todos que está algo mal de la cabeza, cuanto menos. Pero tampoco se puede escribir una novela o una obra de teatro para hacer una declaración de amor. Lo justo en ese momento es algo que sea claro y bonito, y también directo.

En atención a los géneros literarios, por lo tanto, en la antigüedad se fraguan los tres clásicos (si bien algunos de ellos se pueden subdividir, no vamos a entrar en detalles). (a) La épica, en torno a los grandes acontecimientos o personajes, escrita en poesía para ser narrada y declamada en público por «profesionales» de la lengua y de las tradiciones de los pueblos. (b) La dramática, en su versión de comedia y tragedia, sirve también como sustrato para contar historias capaces de tocar los extremos de la persona: bien hacia la risa descontrolada -y pobre del dramaturgo que no lo consiguiese- o bien hacia el llanto y la compasión -y pobre de quien prometía estas emociones y no las alcanzase-. (c) Tampoco podemos dejar de lado la lírica. Aunque no es como tal un género literario que pueda ser compredido al margen, para muchos, en el mundo clásico grecolatino, por cuestiones didácticas así lo entendemos. La lírica versa sobre los sentimientos interiores, frente a las grandes hazañas de legendarios guerreros. Estos sentimientos interiores se expresan por lo tanto a través de poemas, en cuya bocanada aparecen alusiones continuas a los dioses y sus propias aventuras.

Estos son los dos grupos que debemos tener en cuenta, al menos para empezar, a la hora de comprender los mitos clásicos. Como alguno ya se habrá dado cuenta, vale para esta parte de la literatura casi tanto como para la inmesa mayoría de la escritura universal.

Definiendo «mito»


Al leer «Metamorfosis» de Ovidio comprendí que el mundo mitológico es algo bellísimo, que han tenido que pasar muchos años para contar tantas narraciones, para recrear el mundo de esta manera. Sólo en la imaginación un árbol puede ser una doncella que escapa para guardarse eternamente del abuso, y sólo en la imaginación el famoso minotauro nace de una mujer y de un toro, y sólo en la imaginación el nacimiento de nuestro género (de nuestra estirpe, la humana) proviene de los huesos de manos de una primera pareja interesada por nosotros… ¿Sólo en la imaginación?

Me pareció genial. Los antiguos se preguntaban por el Eco, por la hermosura del Laurel triunfador, por los entresijos del palacio de Gnosos, por los misterios que encierran los sueños, por la envidia. Yo también me pregunto por todas esas cosas, o al menos en algún momento lo he hecho. Me pregunto por qué ciertas rocas hacen rebotar mis palabras repitiéndolas, y por los árboles y su gran diversidad y las posturas que dibujan, y también me pregunto por la lluvia y las nubes y el granizo… Me pregunto por tantas cosas… quisiera conocer y saber sobre tantas… Los antiguos lo mismo.

Hoy la ciencia nos da razones para entender muchas de ellas. Los sonidos son ondas que se transmiten por el aire, que rebotan en las piedras y por eso puedo volver a escuchar mi voz. Los antiguos no podían comprender esto. Era imposible para ellos. Nosotros hemos dado un paso muy grande, la ciencia nos ayuda a comprender todas estas preguntas y a seguir formulándonos más.

Pero hay una cuestión de los antiguos que es apasionante. Su capacidad creativa, su imaginación, la belleza de las explicaciones y las narraciones. Entonces busqué, cuando leí «Metamorfosis», definiciones de «mito». En internet se encuentran muchas. Yo también cree la mía:

El mito es, primero de todo, una respuesta a una pregunta humana. Nace de la capacidad que tiene la persona para no quedarse en «esto sucede y ya», «esto es así y punto». Nace de la pregunta por qué, del para qué, del cómo… Las preguntas son maravillosas.

El mito es, segundo, una narración imaginaria. No es la razón científica la que responde, es la imaginación. Pero el pensamiento necesita palabras, y los antiguos eligieron narraciones para darle más vida, para comunicar lo que estaban pensando. Estas narraciones son, no de una persona, sino gracias a que fueron contadas durante años y años, propiedad de pueblos enteros que las comparten y se copian entre sí. Encontramos similitudes entre los griegos y la biblia, por ejemplo. Porque lo maravilloso de las narraciones es eso, que cautivan. Además, los antiguos eran «contadores de historias» vivaces, grandes comunicadores.

Y por último, los mitos son la intersección de dos mundos: nuestro mundo, con sus enigmas, y el mundo de los dioses. Los dioses son algo más que lo humano llevado a la plenitud, para los griegos y los romanos. Aunque de esto tienen bastante. Los dioses son seres que permiten explicar, que dan sentido a lo que ocurre. Su mundo, creado a parte, con sus disputas, celos y complicaciones, dan a entender que lo que ocurre entre los hombres, tiene una explicación. La razón imaginativa de las personas (porque la imaginación es racional, aún saliéndose de ciertas reglas básicas científicas) ofrece su versión de la realidad «pasando a través de ella». De esta manera, los dioses (inmortales, inteligentes en grado sumo, y con una vida fácil) nos van contando con sus historias, nuestras historias.

Esta es mi definición de mito. Personal y criticable, como siempre. Pero por lo menos he hecho el esfuerzo de pensarla y expresarla.

 

 

Mi reflexión personal sobre esta cuestión.

Hoy pensamos, la mayor parte de las veces, mitológicamente. Por mucho que digamos que pensamos racionalmente, científicamente, la base sigue siendo la misma. Quizá narremos menos, lo cual va en detrimento además del pensamiento, pero seguimos imaginando.

Imaginamos un mundo de estadísticas y datos que pretende darnos la solución a todo. Y acudimos a él, de la misma manera que acudían los antiguos a sus narraciones.

En esto los antiguos nos llevan ventaja. Sabían perfectamente que narraban la realidad, que la contaban sin explicarla. Así cada uno podía acercarse a ella sin temor, pero con sentido.

Si hoy nos diésemos cuenta de las veces que «imaginamos creer que sabemos cómo son las cosas» estaríamos más abiertos a preguntas. Y las preguntas son la base de todo. ¿Nos hacemos hoy preguntas? ¿Nos interrogamos? ¿Nos inquietamos?

Me parece que sí, espero que sí. Pero quizá nadie nos ha ayudado a formularlas, ni nos da la oportunidad de preguntarnos por «nuestro sentido», «nuestra vida», «nuestras alegrías», «nuestros deseos»…. «mi sueño», «mi vocación», «mi sufrimiento», «mi historia», «el sentido de las cosas»….

Los antiguos eran maravillosos.

¿Alguien se anima a hacerse preguntas?

Eco y Narciso (Ovidio, «Metamorfosis», III, 339-402)


Aquél, muy famoso en las ciudades aonias, daba respuestas irreprochables a la gente que se las pedía; la primera en comprobar la credibilidad y poner a prueba el oráculo fue la azulada Liríope, a la que en otro tiempo abrazó con su sinuosa corriente el Cefiso y la violó encerrada en sus aguas. La hermosísima ninfa dio a luz de su vientre repleto un niño que también entonces podía ser amado y lo llamó Narciso; consultado sobre si él habría de ver la lejana época de una madura senectud, el profético vate dice: «Si no llega a conocerse.» Durante largo tiempo pareció infundado el vaticinio del augur; el resultado, la realidad, el tipo de muerte y lo novedoso de la locura amorosa lo demuestra.

Efectivamente, el hijo de Cefiso había añadido un año a los quince y podía parecer un niño y un adolescente: muchos jóvenes, muchas doncellas lo desearon; pero (tan cruel orgullo hubo en tan tierna belleza) ningún joven, ninguna doncella lo impresionó. Contempla a éste, que azuza hacia las redes a los asustadizos ciervos, la habladora ninfa, que no aprendió a callar ante el que habla ni a hablar ella misma antes, la resonante Eco.

Hasta ahora, Eco era un cuerpo, no una voz; pero, parlanchina, no tenía otro uso de su boca que el que ahora tiene, el poder repetir de entre muchas las últimas palabras. Esto lo había llevado a cabo Juno, porque, cuando tenía la posibilidad de sorprender a las ninfas que yacían en el monte a menudo bajo su Júpiter, ella, astuta, retenía a la diosa con su larga conversación, hasta que las ninfas pudieran escapar. Cuando la Saturnia se dio cuenta de esto, dijo: «De esa lengua, con la que he sido burlada, se te concederá una mínima facultad y un muy limitado uso de la palabra«, y con la realidad confirma las amenazas; ésta, sin embargo, duplica las voces al final del discurso y devuelve las palabras que ha oído.

Así pues, cuando vio a Narciso, que vagaba por apartados campos, y se enamoró, a escondidas sigue sus pasos, y cuanto más lo sigue más se calienta con la cercana llama, no de otro modo que cuando el inflamable azufre, untado en la punta de las antorchas, arrebata las llamas que se le han acercado. ¡Oh, cuántas veces quiso acercarse con linsojeras palabras y añadir suaves ruegos! Su naturaleza lo impide y no le permite empezar; pero, cosa que le está permitida, ella está pronta a esperar sonidos a los qu epuede devolver sus propias palabras.

Por azar el joven, apartado del leal grupo de sus compañeros, había dicho: «¿Alguno está por aquí?», y «está por aquí» había respondido Eco. Él se queda atónito y, cuando lanza su mirada a todas partes, grita con fuerte voz: «Ven»; ella llama a quien la llama. Se vuelve a mirar y de nuevo, al no venir nadie, dice: «¿Por qué me huyes?», y tantas veces cuantas las dijo, recibió las palabras. Insiste y, engañado por la reproducción de la voz que le contestaba, dice: «En este lugar juntémonos» y Eco, que nunca habría de responder con más agrado a ningún sonido, repitió: «juntémonos», y ella misma favorece sus palabras y, saliendo de la selva, iba a arrojar sus brazos al deseado cuello. Huye él y, al huir, aleja las manos del abrazo. «Moriré antes», dice, «de que te adueñes de mí.»

Desgraciada se oculta en el bosque y avergonzada cubre su cara con ramas, y a partir de entonces vive en solitarias cuevas; pero, sin embargo, el amor está dentro y crece con el dolor del rechazo: y las insomnes preocupaciones amenguan su cuerpo que mueve a compasión, y la delgadez contrae su piel, y todo el jugo de su cuerpo se va hacia los aires; solamente le quedan la voz y los huesos: permanece la voz; cuentan que los huesos adoptaron la figura de una piedra. A partir de ese momento se oculta en los bosques y no es vista en montaña alguna, es oída por todos: el sonido es el que vive en ella.