Origen de la democracia


Sé que empiezo por el final, y que la historia también está idilizada e idealizada. Pero el orgien de la democracia ateniense es uno de los mejores textos donde evaluar de qué modo vivimos hoy la participación y el poder del pueblo. De eso se trata precisamente.

 

Existe un texto, famoso en la antigüedad, que relata los combates entre la polis de Atenas y la de Esparta. La «Guerra del Peloponeso», escrita por Tucídides, contiene entre otras cosas un canto bellísimo a la Democracia. Me refiero a la Oración Fúnebre de Pericles.

De él, de una lectura atenta y también interesada de la obra, puedo extraer lo que para mí son las tres principales ideas relativas a la Democracia:

  1. Por un lado el descubrimiento, asombrado, de que no es una cuestión natural al hombre. Siendo natural el hecho de ser personas relacionales, esto es, de vivir continuamente en relación las cosas, y el hecho de ser sociales, es decir, de vivir todo como una cuestión social, la democracia no es algo natural. No se inscribe por esto dentro del desarrollo normal de los ciudadanos y de los pueblos. Lo cual, a su vez, nos hace pensar en los medios necesarios para que ésta se produzca. Y dentro de estos medios, siempre intencionales, destaca el compartir los bienes, si bien no es el único.
  2. En segundo lugar, un paso reflexivo. El descubrimiento, que deja estupefacto, de dos grandes mundos: el privado y el público. Estas palabras, empleadas por numerosos filósofos contemporáneos, suscriben dos ámbitos de actuación personales totalmente diferentes, cuya mezcla y confusión deriva en perjuicios tanto para el individuo como para la colectivdad. Por asunto público me refiero a todo aquello que, sea lo que sea, deja de ser algo que afecta a una sola persona o grupo reducido de personas, para pasar a afectar a todas las personas que conviven en la polis. El gran paso, más allá del descubrimiento y del mundo de las ideas, es la comprensión y puesta en práctica de la siguiente afirmación: «Si afecta a todos, todos deben resolverlo de manera participada y conjunta.» De esta afirmación se deriva tanto la conciencia del poder del pueblo como el interés de todos por todos, dado que nadie que viva en un colectivo está al margen absolutamente del resto. Y se manifesta expresiva y socialmente en la necesidad de crear las estructuras de gobierno y participación necesarias para ello.
  3. Y el tercer punto lo refiero al modo de participación y a su verdadera significación: el diálogo como único medio válido para alcanzar la verdad y poder decidir, en función de esta verdad encontrada, el bien por sí mismo (o en su defecto lo mejor). Del diálogo derivamos a la importancia de no respectar las mentiras y completar las verdades encontradas con la participación de todas las perspectivas posibles. Esta actitud democrática básica, alejada de las decisiones al margen de todos, es el corazón de lo democrático. El poder del pueblo se expresa no en la lucha sino en las palabras, los argumentos, el respeto a las personas que hablan y son escuchadas, pero no a sus palabras sin más.

 Dicho lo cual, queda para la reflexión personal en qué democracia vivimos y qué democracia queremos.